Un concierto de Coldplay es una vuelta al mundo en unas horas. El pasado domingo 20 de mayo tuve la oportunidad de presenciar en directo el único concierto que la banda británica realizará este año en España. El cielo rugía aquella tarde en Madrid, pero los aventureros eran valientes y no se quedaron en sus casas, salieron a la calle y abarrotaron el metro y los medios de transporte. Mientras esperabas tu vagón podías escuchar a la gente comentar: “Espero que toquen Fix You”. Y después si conseguías un sitio en el tren, te espachurrabas hombro con hombro con las miles de personas que no tenían otro rumbo que no fuera el Vicente Calderón. Al salir a cielo abierto una catarata de agua y granizo empapaba a todos los aventureros que descendían desde Puerta de Toledo hasta Pirámides y el Paseo de los Melancólicos. Pero nada nos podía detener, y corríamos, nos mojábamos, huíamos de la lluvia como si de una prueba más se tratara. Las tiendas de alimentación hicieron el agosto vendiendo bolsas de basura que la gente utilizaba como chubasqueros, y así el Paseo de los Melancólicos se llenó de aventureros disfrazados con ganas de fiesta.
Una vez dentro, el escenario ya auguraba una puesta en escena psicodélica, surfera, alegre y enorme. La dulce voz que teloneaba ya empezaba a calentar los miles de cuerpos mojados que esperaban ansiosos el comienzo del concierto. La grada ya hacía la ola, el público gritaba. Habíamos llegado hasta allí, cientos de kilómetros de camino después, tras superar un torrente de agua y muchedumbre, disfrazados y listos para la aventura.
Cuando comenzó “Hurts Like Heaven”, canción que pregona también el nuevo disco, miles de pulseras que habían repartido a la entrada empezaron a brillar al compás de la música. Las sensaciones eran increíbles como si nuestras propias palpitaciones fueran la consecuencia de la música. El efecto era impresionante, luces de todos los colores como si de luciérnagas se tratasen, cubrían como un manto todo el estadio. Extasiados, “Lovers in Japan” nos teletransportó al continente asiático con los rasgados rasgos de sus sonidos, a la vez que llovían millones de papelitos de colores en formas de corazones y hojas, y enorme globos. “Paradise” nos llevó durante unos minutos a África y pudimos recorrer la sabana, saltando y cantando, inmersos en el mar de luces y efectos. También fueron ellos los que viajaron y, visto y no visto, crearon un pequeño escenario en el lado contrario de donde tenían todo el guiringuito montado. “¡Que están” ahí detrás!”, gritó uno, y las 60.000 personas se dieron la vuelta para disfrutar de una versión acústica de “Speed of Sound”, más íntima, más cercana, como si fuera en un bar. Hasta Rihanna se unió a la fiesta, “Princces of China” unió las voces de la de barbados y de Chris Martin en una sola y montaron una discoteca en un estadio de fútbol. También sonaron los himnos más conocidos de Coldplay. “Yellow” y “Violet Hill” tiñeron de color amarillo y violeta todo el paisaje, “In my place” desgañitó las miles de gargantas que intentaban imitar el agudo de nuestro ídolo, el éxtasis llegó con “Viva la Vida” que hizo corear los envolvente aullidos del cantante inglés hasta al más mudo.
Pero el momento cumbre fue cuando cuando empezó a sonar “Fix you”, miles de gargantas hacían de orfeón, la piel se ponía de gallina y la unión era máxima. Cada vez que escuche esta canción recordaré haberlo hecho junto a 60.000 aventureros más que nos dejamos el frío, la garganta, la vergüenza y el miedo, para disfrutar fundidos en uno sólo aquel himno al ánimo, a la amistad, al amor y a la esperanza. “If you never try you’ll never know”.
Pablo Melgar
Fix you – Coldplay
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