Reflexiones sobre “La virtualidad del horror” y los atentados de París.
Si sentiste el horror desde dentro, siéntete orgulloso de haberlo combatido. Si el horror se ha metido en ti, bien dentro, siéntete orgulloso de haberlo compartido. Ahora piensa en aquellos que ya no están en peligro nunca más. Y pregúntate por qué tienes miedo. De quién tienes miedo. Y qué vas a hacer para combatirlo.
Yo sé muy bien por qué tengo miedo y es por la niebla de información, las historias deformadas, la suerte que se acaba, el fanatismo y las metralletas, sí, las metralletas en Republique, línea 5, la naranja. Las metralletas en los cafés. Las metralletas mejor en las noticias, mejor en el tercer mundo, mejor en Siria, en África y en los no-lugares. Las metralletas en los cafés que dejan tu pinta de cerveza a medio para la posteridad, esperándote tras el paso de los días en aquella barra a la que tú te acercaste con media sonrisa y la intención de invitar a alguien que querías impresionar o simplemente porque seguías el ritmo vertiginoso de una noche que te embauca como un pendenciero y tú te dejas engañar, por eso sueltas todos esos billetes que tienes para pagar las pintas a 5 euros que ya te parecen hasta baratas. El camarero te la sirve a regañadientes y te la deja sobre la barra, donde permanecerá eternamente, porque tú…tú no te la beberás. Y se calentará la cerveza, se calentará por los flashes de los policías forenses y por los flashes de todos los turistas del horror que fotografiaron tu cerveza como prueba de que estuvieron allí también, contigo o sobre ti (no lo tengo muy claro): contigo en el corazón o bailando sobre tu tumba.
Oh, I’m sorry
Oh, I’m sorry…
Oh, beautiful stranger
Yo no sé muy bien de quién tengo miedo y es por la niebla de información, las historias deformadas, la literatura en la política y las metralletas, sí, las metralletas que vende Occidente a Arabia Saudí. Las metralletas en los cafés. Las metralletas mejor en las noticias, mejor en el tercer mundo, mejor en Siria, en África y en los no-lugares. Las metralletas en los cafés que dejan un buen saco de dinero al Estado o al Estado particular de unos pocos que no conozco. Esa metralleta que se cruzó contigo como se cruza contigo un antiguo amigo en el metro y te sorprende. Esa metralleta tiene infinitas huellas. ¿De quiénes son esas huellas?, me pregunto. ¿Por qué se fabricó siquiera esa metralleta? ¿Y quién se la dio a ese verdugo que no tiene nada que perder?, puesto que apuesta su vida a una carta. No sé muy bien de quién tengo miedo, lo reconozco. ¿O debería creerme la versión oficial y empezar a odiar a las demás religiones como si éstas fueran peor que la nuestra? Como si cualquier religión pudiera ser mejor que otra y no simplemente diferente. Debería tener miedo a la gente que cree en Alá o que ayuna un mes entero cada verano. Debería creer en mi religión católica que ha hecho exactamente lo mismo a lo largo de los siglos. Me marea el miedo, me marean las religiones, me marean los puntos de vista. Al final, la niebla me hace insensible al miedo y me aprovecho de que te pidan a ti la identificación por ser árabe en el metro. A ti que lo tuviste más difícil que cualquiera, a ti que te quitaron tu identidad y te hicieron emigrar para ganarte una identificación. A ti que no hiciste nada malo nunca. A ti que te piden explicaciones y no a mí que me dejan pasar libre en cualquier estación de autobuses de Europa sin preguntarme nada.
Oh, I’m sorry
Oh, I’m sorry…
Oh, beautiful stranger
Lo que sí tengo claro es lo que quiero hacer para combatirlo, porque yo estuve allí y no estuve al mismo tiempo, como un falso mártir. Entonces los medios quisieron preguntarme, entonces los conocidos quisieron preguntarme, entonces no quise responder a la ligera porque si algo tengo claro es que estuve allí y aquella noche de noviembre la tengo todavía clavada en el pecho. Aquel 13 de noviembre de 2015 es una cicatriz que tengo marcada a fuego en mi memoria. Dos años después sigo tomando notas para un libro que yo no empecé, pues se encargaron de empezarlo por mí. Yo tenía pensado escribir una colección de paseos por París y no una crónica de sucesos ¿Debería sacar pecho y regocijarme en mi suerte, como hacen los soldados que vuelven de una guerra? Responder a los periodistas que tuve mucho miedo, responder a mis amigos que estuvo muy cerca. Pero las metralletas, sí, yo no vi las metralletas, yo no escuché los gritos, yo no vi la sangre correr por Republique, línea 5, la naranja. En cambio, escuché el silencio del miedo a la noche de mis padres, el silencio del día después, el silencio ante ti que lloras delante de una flor que pusiste en la misma baldosa en que tu amigo murió y no obtienes respuesta, por mucho que te pases las tardes arrodillada ante él. El silencio mata más que las metralletas.
Oh, I’m sorry
Oh, I’m sorry…
Oh, beautiful stranger
Ahora dime, lector, si te interesan mis notas. Se supone que soy escritor y testigo. No tengas miedo. No tengas miedo de nadie. Y no dejes que la música pare, pues entonces ya no habrá forma de combatirlo. Reza si crees, cree si no rezas que hay otras opciones más allá de los bombardeos, más allá del odio, más allá del miedo. Piensa que vivimos en un mundo globalizado que tiende a separarnos cada vez más entre nosotros. Sin embargo, que las distancias se acorten puede ser una oportunidad para que nos crucemos por la calle y nos pongamos al día. Piensa que hay otros escritores, que hay otros testigos que, si tuvieron la mala suerte de deambular por París aquel 13 de noviembre, hoy tienen la responsabilidad de contar lo que vieron para que otros que no estuvieron allí no lo llenen todo de miedo.
Si alguna vez vienen los hombres malos a por mí, al menos habré dejado por escrito mi postura de permanecer unidos mejor que enfrentados. Por eso me gustaría deciros que no fue únicamente miedo lo que sentí en París. Entre tanta niebla también hubo emoción por una multitud valiente entre canciones de John Lennon, mientras las almas de los muertos todavía yacían en el suelo de aquella esquina. Entre tanta niebla vi cómo se combatían las metralletas con un armamento de flores. Más allá de las estampidas, la paranoia constante en los vagones y la información amarillenta; lo que yo vi fueron amistades brotando del miedo, gente solidaria, gente reivindicativa, mucha gente entre lágrimas que combatía el silencio con abrazos en Republique, línea 5, la naranja. Yo estuve allí, como un falso mártir, y algún día te lo contaré como se merece si te interesa leerme, claro. Pues ya no tengo miedo a hacerlo.
Pray for Paris
They cannot scare us
Or stop the music
You got a sweet voice, child
Why don’t you use it?
If I die too young, if the gunmen come, I’m full of love
So release me, every piece of me, up above
Pablo Melgar Salas,
mi alter ego escritor y testigo.
Beautiful Strangers – Kevin Morby
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