#20 Fotografía y poesía

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a Tobías, mi gato persa, allá donde esté en qué universos lejanos con qué misterios

Querido lector, siempre he pensado que los gatos son antiguos sabios reencarnados.

Bukowski decía que eran sus verdaderos maestros por todo aquello que «los seres humanos sencillamente no podemos comprender»: «pero ellos no entienden, ellos dicen algo como, “¿usted dice que ha sido influenciado por Céline?” “no,” yo sostengo al gato».


Autor: Charles Bukowski

Editor: Abel Debritto

Editorial: Visor Libros

Cita: «Los gatos no tienen nada en cuenta, por eso cuando atrapan un pájaro no lo sueltan. Son un claro ejemplo de que cuando los elementos de la naturaleza entran en juego no hay nada que hacer. El gato es un diablo hermoso, nunca mejor dicho. Algunos perros y algunas mujeres acaban cediendo, pero los gatos, joder, seguirán ronroneando y bebiendo leche mientras las paredes de su casa se desmoronan a su alrededor».


Desde niño siempre me gustó observar la elegancia de sus movimientos: la paciencia en cada paso que dan, la delicadeza de su higiene personal basada en la lengua y la rapidez con la que desaparecen de tu vista en un parpadeo cuando se sienten intimidados. En mi inocencia pura de los 10 años creía totalmente que albergaban un misterio inconfesable: si un gato aprendiese a hablar nuestra lengua, quizás solo así podríamos descifrar las incógnitas de los orígenes del universo; pero lo más probable es que si un gato consiguiera hablar como nosotros, guardaría el secreto por nuestro bien.

Baudelaire decía que, cuando acariciaba un gato, lograba ver el espíritu de su amante. Son seductores, pues se alimentan de la ternura de los humanos que sucumbimos a esos ojos tan brillantes gracias a los cuales acabamos yendo al supermercado a comprarles comida. El otro día me apareció un reel en Instagram de un mono que desparasitaba a un gatito con cara de pena.

«Adoptan cuando piensan las nobles actitudes
De las grandes esfinges en hondas soledades
Que parecen dormir un sueño sin condena»

CHARLES BAUDELAIRE

Nunca me propuse fotografiar gatos como un proyecto, pero poco a poco lo fui aceptando como una costumbre: de la misma forma en que uno se vuelve hacia los monumentos más insólitos de las capitales del mundo, siempre me paro ante los gatos callejeros que observan cómodos desde los rincones más escondidos: algunos gordos y bien alimentados que disfrutan de la libertad de una doble vida, lejos de la vida doméstica donde adoptan el papel de eternos niños buenos; otros escuálidos y piojosos, capaces de buscarse la vida en las circunstancias más desfavorables, aún si para ello deban sacarle los ojos a su propio hermano. Sin embargo, todos y cada uno de ellos pueden ser cariñosos hasta la diabetes y tan terribles como para romperle el cuello a una paloma sin pestañear, si alguien se cruza en su camino hacia el hambre. Siempre inmersos en el silencio de los seres inteligentes, como si repasaran un plan previamente trazado. Fotografiar un gato es un reto y tiene algo de caza, puesto que hay que evitar, por encima de todo, los movimientos bruscos.

A causa de mi pasión por estos animales, mi abuela trajo un gato persa negro al que llamé Tobías. Era nuestro gato y los dos nos encargábamos de él. Nunca he visto un ser más precioso en toda mi vida: de pequeño tenía los ojos azules y conforme se fue convirtiendo en un desmesurado felino se le amarilleó el iris hasta contener una galaxia joven y misteriosa. Disfrutaba al jugar con él: le hacía rabiar hasta que salía disparado por los pasillos de la casa, después me acostaba y me hacía el dormido, con la mano colgando del sofá. Con el rabillo del ojo le observaba cómo intentaba vengarse de mí. Se aproximaba a ras de suelo y a pasos cortos, con el instinto asesino de sus ancestros aún en el ADN. Y cuando se disponía a abalanzarse sobre mí, le sorprendía de un grito y salía otra vez disparado. Tobías solamente me hacía caso a mí y cuando jugábamos jamás me clavaba los dientes por mucho que se cabreara conmigo. Aún recuerdo el olor a polvo mezclado con las enormes matas de pelo negro que dejaba sobre mi pecho sudoroso en verano. Cuando se hizo mayor se hizo insostenible el mantener todas las ranuras de la casa de mi abuela en Murcia a más de 30º, así que asumimos su doble vida con miedo a que alguien quisiera llevarse a tal preciosidad de gato o que pudiera hacerse daño por ahí en un mundo exterior que no conocía. Le veías caminar como una modelo de pasarela por el barrio, orgulloso de sí mismo hasta el final. Fue un gato feliz y bien alimentado. Un gato burgués de una sola vida. Cuando una setona le atropelló al dar marcha atrás, juré no volver a tener una mascota nunca más y hasta el día de hoy lo he cumplido. Mi abuela lloró más aquel día que cuando murió mi abuelo. En cada uno de los gatos que hoy fotografío me reencuentro con uno de mis mejores amigos.

¿Qué sabio reencarnado crees que fue el gato Tobías? El gato elegante y guapo.


Al igual que hice con los cuervos (‘Nunca más’), me gustaría escribir en el futuro una entrada de lectura creativa sobre la amplia simbología de los gatos en la Historia de la Literatura (que no es poca). A bote pronto, es fácil pensar rápidamente en el gato negro de Edgar Allan Poe. Sin embargo, hoy solo quería hablarte de Tobías y hacerte llegar la galería de fotos que he conformado con las fotos de mi Nikon a lo largo de los años, sobre estos seres fascinantes que habitan desde el más allá. Además, te comparto un poema que escribí al hilo de estos temas y que da título a esta galería. La relación entre fotografía y poesía es poderosa.

Puedes acceder directamente haciendo click en el título de abajo. ¡Espero que te guste!

#losojosdeungato

km0.cool | FOTOS

“El radio aproximado de la esfera del universo observable
desde el planeta Tierra es de 13 700 000 000 años luz, por lo que el diámetro si nos situamos en el centro de un extremo al otro sería aproximadamente de 27 400 000 000 años luz. Es decir, unos
259 224 020 000 000 000 000 000 km”.
WIKIPEDIA

el tiempo vive

en los ojos de un gato

el cielo estrellado brilla

en los ojos de un gato

hablar con los muertos

en los ojos de un gato

que se cruza contigo

a millones de años luz

y te cuenta el secreto.


Si has disfrutado de esta entrada, no dudes en compartirlo con es@ amig@ que te viene a la mente que le encantan porque le flipan los gatos. ¡Gracias por tu tiempo, lector! Nos leemos muy pronto. No olvides darme un like, si has llegado hasta aquí 😉

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