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Sentado en mi mesa, testigo oculto del gran ventanal, observo cómo un padre y su hijo adolescente echan unas canastas en el parque. El hombre va con un chándal Adidas, un poco pasado de moda y con gorra y gafas de sol. Sus brazos en la espalda y observa con actitud de entrenador de los 90, cómo su hijo intenta una y otra vez encestarla sin éxito. De vez en cuando, su hijo le pasa el balón y este se lo devuelve al espacio para que penetre en el aro. También recoge las pelotas que se van detrás de la canasta y, tras unos pequeños botes o algún tímido tiro al aro, le devuelve la pelota a su primogénito. Paran en el banco, para refrescarse del sol las bocas sedientas. El padre le observa, mientras él bebe de la botella y echa un salivazo contra la piedra. ¡El condenao no pierde la sonrisa!

Pablo Melgar

Beautiful Boy – John Lennon