Para Beatriz, mi Sol de ojos azules

Querida amiga,

cuando me enfrente al punto y final,

estas palabras sobrevolarán continentes,

cruzarán mares remotos

y le harán burla a las aves y pilotos

que irán, seguramente,

más lentos que ellas.

 .

Y es que te has ido muy lejos,

tan lejos que no miramos el mismo Sol

cuando ojeamos los cielos.

 .

Tan lejos te has marchado

que parece mentira

el no verte en todo un año.

 .

Tan lejos que no hay un lugar

más lejos al que marcharse,

si no te llamas astronauta.

 .

Espero que cuando lleguen estas palabras,

te abracen como si fueran yo mismo

y lean esas pupilas azules

a las que soy adicto.

 .

Sigo en Granada, como cuando tú te fuiste. El invierno resiste a marcharse y una lucha estacional mantiene con la primavera desde hace algún tiempo. El mes pasado fue tiempo de hierbas con nata, a pesar del frío, y ahora el invierno tira de contrato para oscurecernos el cielo con las primeras flores ya pintando la Alhambra de verde.

De todas formas, esta ciudad es lo más parecido a vivir en un cuento. Un domingo de Sol hicimos una excursión a la Abadía del Sacromonte, esa que se ve pequeñita desde la ciudad, allí, coronando el fondo de la postal del valle de la Alhambra. Sin embargo, desde allí se ve pequeñito todo lo demás. Y en el Camino del Sacromonte, nos cruzamos con un gitano de dibujos animados que vivía en una casa de golosinas. Era un hombre huraño, a pesar de la felicidad que transmite su hogar, quizás sea que vive empachado. Estaba tan de mal humor que nos quiso cobrar por un recuerdo, decía que si no le íbamos a pagar tendríamos que olvidar para siempre aquel lugar. ¡Una cosa de locos! Estas cosas que solamente ocurren en los dibujos animados.

Así que estoy muy contento de vivir aquí y de tener el Paseo de los Tristes a diez minutos a pie de mi casa. Puede que sea el paseo más bonito del mundo y ello te obliga a elegir muy bien tus compañías, pues pueden verse eclipsadas por el sonido del riachuelo y la gama de colores de sueño que me hipnotizan. Así, que la mayor parte de las veces voy solo, como un sonámbulo contento.

Esta ciudad me exige leer mucho, más que nunca. En las últimas semanas he leído cómo Lou Reed soñaba, en medio de un chute de heroína, con un mundo puro de ojos azules. Y también he sobrevolado con Altazor el canto embrujado de Vicente Huidobro, una “aventura del planeta que estalla en pétalos de sueño” donde se bordan “suspiros como sedas” y se embotellan “sonrisas
como licores”.
Este mundo está amueblado con los ojos de una mujer que guía el camino de las estrellas. Espero seguir leyendo tus ojos, amiga mía, aunque sea a través del Skype, pues mi vuelta del fango puede convertirse en un imposible sin un faro de ojos azules en la orilla.

Por lo demás, sigo igual que siempre. Mi miedo a la oscuridad sigue latente y sigo encendiendo cada luz de la casa a mi paso cuando busco calmar la sed en mitad de la noche. Mantengo mi pulso con las mañanas y llego siempre a clase con la hora pegada, entre legañas y bostezos. También observo a los viejos fumar en la calle y sonrío cada vez que me riman los versos. Sin embargo, sigo imaginando Francesitas de hombros calientes y orejas descubiertas que me persiguen con tacones por todas las aceras. Pero es lo que tiene vivir en un cuento.

Sí, se que es cierto que hace apenas unos días que te marchaste y de todo esto ya te haces una idea, pero cada vez que pienso en no verte durante doce meses vivo en mi mente un año entero y te echo más de menos que antes. Yo seguiré aquí cuando vuelvas. No se si aquí en Granada exactamente o en mi playa que es también la tuya, donde somos dueños de la calle y de los recuerdos, donde somos poseedores de la amistad y de innumerables historias que no nos aburren jamás. Puede, incluso, que me encuentres en París, buscando a Hemingway en las mesas del Café de Flore. Si te digo la verdad no se dónde me encontrarás cuando vuelvas pero seguro que estaré persiguiendo al Sol, aunque la rotación y las nubes lo alejen de mí. Seguiré buscando allí arriba esos ojos azules aunque me vea obligado a hacer un agujero enorme en el suelo que me lleve al otro lado del mundo, donde duermes boca abajo cada vez que el Sol se pone en España.

Pablo Melgar

 

 

Sydney – Caravan Palace