#2 Poema de la semana. Raúl Zurita.
‘El mar’, Raúl Zurita.
Sorprendentes carnadas llueven desde el cielo.
Sorprendentes carnadas sobre el mar. Abajo el mar,
arriba las inusitadas nubes de un día claro. Llueven
sorprendentes carnadas. Hubo un amor que llueve,
hubo un día claro que llueve ahora sobre el mar.
Son sombras, carnadas para peces. Llueve un día
claro, un amor que no alcanzó a decirse. El amor,
ah sí el amor, llueven desde el cielo asombrosas
carnadas sobre la sombra de los peces en el mar.
Caen días claros. Extrañas carnadas pegadas de días
claros, de amores que no alcanzaron a decirles.
El mar, se dice del mar. Se dice de carnadas que
llueven desde el cielo y de días claros pegados a
ellas, se dice de amores inconclusos, de días claros
e inconclusos que llueven para los peces del mar.
Oí un cielo y un mar alucinantes, oí soles estallados
de amor cayendo como frutos, oí torbellinos de peces
devorando las carnes rosas de sorprendentes carnadas.
Escuché millones y millones de peces que son tumbas
con pedazos de cielo adentro, con cientos de palabras
que no alcanzaron a decirse, con cientos de flores de
carne roja y pedazos de cielo en los ojos. O cientos
de amores que quedaron fijos en un día soleado
Llovieron carnadas desde el cielo sobre el Pacífico.
Viviana llora. Viviana escuchó torbellinos de peces
elevarse por el aire disputándose los bocados de una
despedida trunca, de un rezo no oído, de un amor no
dicho. Viviana está en la playa. Viviana es hoy Chile.
El pez largo de Chile que se eleva por los aires
devorando las carnadas de sol de sus difuntos.
Impresionantes llanuras llueven para los peces: días
que ya nunca serán, ojos pegados a un último cielo,
amores que no fueron dichos. Se dice de
impresionantes llanuras hechas de brazos que no
lograron abrazarse, de manos que no se alcanzaron a
tocar. Se dice de raros frutos que los peces devoran. Oí
impresionantes llanuras lloviendo sobre el mar.
Impresionantes cielos, días, sueños hundiéndose en
los torbellinos plateados de olas, oí las bocas
plateadas de los peces devorando despedidas truncas.
Oí inmensas llanuras de amor diciendo que ya no.
Ángeles, partituras de amor diciendo que ya no.
Universos, cosmos, inacabados vientos lloviendo en
miles de carnadas rosas sobre el mar carnívoro de
Chile. Escuché llanuras de amor nunca dichas,
cielos infinitos de amor nunca dichos hundiéndose
para siempre en las carnívoras tumbas de los peces.
Está el mar, se dice, están las tumbas carnívoras de los
peces. Están las carnes color de almendras y el mar.
El mar llora. Viviana llora.
Hay cielos infinitos de almendros, de estrellas como
los frutos dicen y caen. Sorprendentes carnadas
llueven del cielo como las estrellas, como frutos
que caen sobre el pasto. Hay universos sin fin en el
estómago de los peces, estrellas, campos de
almendros. Viviana oye largos campos de almendros
rojos de sangre cayendo sobre el mar. Infinitos días
claros lloviendo sobre las espumas rojas del mar.
Llueven hombres que caen en poses extrañas como
raros frutos de una rara cosecha.
Viviana oye llover asombrosas carnadas de hombres,
asombrosas frutas humanas cosechadas de extraños
campos. Viviana es ahora Chile. Oye frutas humanas
llover como dorados soles reventándose en las aguas.
Oí torbellinos de peces suspendidos en el cielo. Oí
alucinantes rompientes flotar. De abajo asemejan
nubes, pero son las rompientes del océano flotando
en el cielo. Viviana oye ascender inacabables mares
y ella también asciende oyendo los cardúmenes de
peces como nubes. Las carnadas color sangre de los
arrojados y las olas de color sangre del mar flotan en
el cielo. El color rojo sangre recuerda el atardecer.
Las tumbas carnívoras de los peces flotan, el océano.
Todos los cuerpos lanzados al mar de Chile flotan, sus
brazos y piernas rotas, sus torsos. Se han devuelto al
cielo y flotan.
Resucitadas olas que vuelven, hambrientos peces que
vuelven y flotan en el viento como nubes. Marejadas
de torsos, de brazos y piernas, retornan como cielos
ensangrentados, como cielos del color sangre del
atardecer. Ah el atardecer. Se dice del atardecer y de
torbellinos de peces flotando en el cielo como el mar.
Cruces hechas de peces para los Cristo. El arco del
cielo de Chile cae sobre las tumbas ensangrentadas
de Cristo para los peces. He allí tu madre. He allí tu
hijo. Sombras caen sobre el mar. Extrañas carnadas
de hombres caen sobre las cruces de peces en el mar.
Viviana quiere acurrucar peces, quiere oír ese día
claro, ese amor trunco, ese cielo fijo. Viviana es
hoy Chile. Acurruca peces bajo los salmos del cielo.
Caen sorprendentes Cristos en poses extrañas sobre
las cruces del mar. Sorprendentes carnadas llueven
del cielo: llueve un último rezo, una última pasión,
un última día bajo los cantos del cielo. Infinitos cielos
caen en raras poses sobre el mar.
Infinitos cielos caen, infinitos cielos de piernas rotas,
de brazos contra el cuello, de cabezas torcidas contra
las espaldas. Caen cielo abajo en retorcidas poses
rotas, en nubes de brazos y cielos rotos. Caen, cantan.
He allí tu madre. He allí tu hijo.
He allí tu hijo. Viviana oye arcos de cejas alzándose,
oye ojos abiertos sin fin cayendo desde las cejas del
cielo. Oye los clavos hundiéndose en la cruz del
océano. Todo el mar de Chile es la cruz. Infinitas
llanuras desde el cielo cantan el salmo de la cruz del
mar, de los alimentos que caen como llanuras, como
panes en el estómago de los peces. Viviana escucha
infinitos cardúmenes subiendo, infinitos peces que
ascienden cantando con la voz tomada del cielo.
Ascienden los peces al cielo. Sorprendentes carnadas
llovieron con sorprendentes días, con imágenes de
almendros, con amores truncos. Extrañas carnadas
llovieron sobre el mar santo, sobre los peces santos.
Santo es el mar, santas las llanuras de frutos humanos
que caen, santos los peces. Oí infinitos días cayendo,
cuerpos que caían con cielos, con campos entrevistos,
con árboles como cruces coreando las cantadas aguas.
Viviana acurruca el mar santo. Viviana dice que en esas
aguas santas está su hijo.
He allí el mar quemándose. Viviana escucha cielos
ardiendo entre las llamas del mar, zarzas que no se
consumen, hijos de impresionantes zarzas que arden
sin quemarse entre las llameantes olas. Extraños días
arden cayendo sobre el mar, asombrosas carnadas
santas que caen y cantan sobre los pastizales ardidos
del mar. Viviana es hoy Chile. Escucha emerger
cantos de entre las llamas de las aguas, escucha el
cielo santo ardiendo de amor sobre las incendiadas
rompientes. Escucha el INRI de su amor santo subir
ardiendo sobre las praderas incendiadas del Pacífico.
Escucha el INRI de los cielos ardiendo. Océanos y
mares de Chile escuchen el INRI de los cielos
ardiendo.
Sorprendentes carnadas rosa sangre llovieron desde
raras nubes sobre el mar, sorprendentes mares color
incienso suben con la carnada de los peces en el cielo.
Oye el canto de los peces ascendiendo al cielo. Arde,
el mar de Chile arde. Llamas como el incienso tiñen
de rosa y sangre las quemadas praderas del Pacífico.
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