#1 Poema de la semana. Wisława Szymborska.
Wisława Szymborska
Si se nos permitió escoger,
parece que nos lo pensamos mucho.
Los cuerpos que se nos ofrecían eran incómodos
y se estropeaban horrorosamente.
Nos daban asco
las formas de saciar el hambre,
nos repugnaba heredar pasivamente los rasgos
y la tiranía de las glándulas.
El mundo que había de rodearnos
estaba en una constante descomposición.
Los efectos de las causas hacían estragos.
De la lista de destinos
que se nos dejó consultar,
rechazamos la mayoría
con tristeza y horror.
Nos preguntábamos, por ejemplo,
si valía la pena parir, entre dolores,
a un niño muerto,
o para qué ser un navegante
que nunca arribará.
Aceptábamos la muerte,
pero no en todas sus formas.
Nos atraía el amor,
es cierto, pero un amor
que cumple sus promesas.
Del oficio del arte
nos repelía
tanto lo relativo de las valoraciones
como lo efímero de las obras maestras.
Todos queríamos tener una patria sin vecinos
y vivir la vida
en una pausa entre dos guerras.
Ninguno de nosotros quería tomar el poder
ni someterse a su dominio,
nadie quería ser víctima
ni de propias ni de ajenas ilusiones,
no había voluntarios
para desfiles y manifestaciones
y mucho menos para las tribus en extinción
– sin lo cual la historia
no podría transcurrir de ningún modo
por los siglos previstos.
Mientras tanto una cantidad considerable
de estrellas encendidas
ya se apagó y se enfrió.
Era hora de tomar una decisión.
Con no pocas reservas
aparecieron por fin candidatos
a algunos descubridores y curanderos,
a unos cuantos filósofos sin renombre,
a un par de jardineros anónimos,
magos y músicos
– aunque a falta de otros interesados
ni siquiera estas vidas
podrían haberse realizado.
Había que plantearse
una vez más todo el asunto.
Nos fue presentada
una oferta de viaje
del cual seguro volveremos,
claro que sí, y pronto.
Un tiempo fuera de la eternidad,
al fin y al cabo monótona
y carente de transcurso,
podría no repetirse nunca más.
Nos asaltaron las dudas
de si sabiéndolo todo de antemano
lo sabíamos en verdad todo.
Si una elección tan prematura
era verdaderamente una elección
y si no sería mejor
relegarla al olvido,
y, si elegir,
– mejor elegir estando allá.
Contemplamos a la Tierra.
Algunos temerarios ya vivían allí.
Una débil planta
se aferraba a la roca
confiando ingenuamente
en que no la arrancaría el viento.
Un animal diminuto
se desenterraba de su madriguera
con un esfuerzo y un esperanza
para nosotros extraños.
Nos resultamos en exceso cautos,
mezquinos y ridículos.
Pronto además empezamos a tener bajas.
Los más impacientes se habían metido quién sabe dónde.
En primera línea de fuego.
– eso estaba claro.
Precisamente ahora lo estaban encendiendo
en la escarpada orilla de un río real.
Algunos ya emprendían el camino de regreso.
Pero no en nuestra dirección.
¿Y como si llevando? ¿algo conseguido?
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