La sensación tras ver una película de los Coen es más que extraña. La mayoría de las veces su cine me ha dejado un regustillo amargo como el de aquel que intenta sobreponerse a las expectativas pero no puede. Sin embargo, con la perspectiva del tiempo siempre logra sobreponerse a mi decepción y se cuela dentro de ese cajón que todos tenemos dentro lleno del cine que nos gusta. Me pasó con “Fargo” y con “Muerte entre las flores”, además de con “El gran Lebowski” que hoy en día es una demis películas preferidas; y sin poderlo remediar me vuelve a pasar con “Barton Fink”.
Es una película rarísima pero la historia que cuenta es tan real que me engancha, incluso hasta después de terminado el metraje pues me arrastra hasta hacerme coger mi máquina de escribir, tal y como lo haría el propio Barton Fink en un momento de sinceridad consigo mismo.
Es un escritor, un dramaturgo que ha conseguido cierto éxito en el teatro donde sus obras han gozado de una excelente crítica. Así que debido a su recién estrenada popularidad, su trabajo se hace eco entre los productores de Hollywood que quieren contratarle cueste lo que cueste.
Pero Barton es un autor muy personal y su estilo va más allá de las fórmulas simplonas del cine de entretenimiento que propone Hollywood. Él quiere hablar sobre el hombre común y hacer historias de lo cotidiano, conseguir que todos nos sintamos identificados con aquello que llamamos rutina y que también puede convertirse en una gran literatura. Sin embargo, el productor le encarga un guión para una película de gama baja que trate sobre un gladiador de lucha libre donde haya acción y diversión para el público medio.
“Yo soy un escritor. ¡Yo creo para vivir! ¡Yo creo! ¡Y este es mi uniforme!”
Desde entonces la fase de creación de Barton se convertirá en un auténtico infierno. Se verá inmiscuido en una situación que él mismo estaba dispuesto a evitar, a pesar de todo el dinero que podía ganar con ella y en su lance se topará con todo tipo de personajes llevados a la caricatura. Un escritor alcohólico que ha perdido la inspiración, un vendedor de seguros entrañable, interpretado por John Goodman, que se convierte en el único amigo de Barton; y todo tipo de sujetos de la factoría Coen, que arrancan una carcajada desde lo penoso.
Aplaudo cuando cualquier artista goza de su sello propio para transmitir un mensaje y los Coen lo tienen. El uso del humor negro para contar historias tan serias como es el periplo de dudas dentro de la cabeza de un escritor en mitad de su periodo creativo, es sin duda brillante. Woody Allen lo haría a través de la neurosis de sus fascinantes monólogos y Tarantino trataría de darle una estética digna de un cómic llena de diálogos tremendamente perspicaces y llenos de chispa. Pero los Coen lo consiguen llevando a los límites más absurdos a sus personajes a los que desnudan y hacen actuar en contextos tremendamente desesperados.
Hacen que los espectadores empaticemos con la mirada de John Turturro y sintamos el verdadero calor del fuego cuando nuestra cabeza quiera explotar ante la falta de ideas o por la frustración de no estar donde uno quiere. No es nada fácil esto de crear y vivir de lo que uno escribe. Por eso se tiene que hurgar en lo más profundo de uno, incluso hasta en los sueños, para encontrar algo verdadero que contar y eso puede resultar bastante doloroso, y si es en una película de los Coen será tremendamente divertido.
Pablo Melgar
Fade out (The end) – Carter Burwell
Título original: Barton Fink
Año: 1991
Duración: 112 min.
Director: Joel Coen
Guión: Joel Coen, Ethan Coen
Música: Carter Burwell
Fotografía: Roger Deakins
Reparto: John Turturro, John Goodman, Judy Davis, Michael Lener, John Mahoney, Steve Buscemi, Tony Shalhoub, Jon Polito, Richard Portnow
Productora: Circle Films
Género: Drama, Cine dentro del cine, Años 40, Literatura
Nota: 8 Notable
Nota filmaffinity: 7,4
Nota IMDb: 7,8
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