Esta mañana iba caminando por la calle mientras escuchaba música por los auriculares de mi teléfono móvil. El cielo era plano y liso, azul alegre y enorme. Y es que, a veces, nos olvidamos de mirar hacia arriba. No nos acordamos de que el mejor paisaje del mundo lo tenemos justo ahí encima. Creo que el cielo es sabio y nos recuerda siempre el día que estamos viviendo. Pues esta mañana había un cielo inmenso. Era pulcro, sin manchas, ¡con tanta luz! Era un cielo de viernes, de fin de semana. El cielo me ha recordado que estoy satisfecho con la semana que llega a su fin. Los rayos del Sol me guiñaban el ojo y mi ánimo se ha disparado, cuando ha sonado esta canción:

 

 Dissolve – The Chemical Brothers (The Bloody Beetroots remix)

 La música me ha aupado, me ha hecho crecer 20 centímetros más de altura. Por un momento he querido compartir esa sensación con el mundo entero. Ojalá hubiera tenido un altavoz transparente y monumental, mayúsculo, desmesurado, desmedido, ingente, colosal, gigantesco, exorbitante, excelso; y potente, con tanta fuerza que eclipsara todos los ruidos del planeta. Y que todas las personas del mundo, a la vez que yo, saltaran, corrieran y gritaran. Que el caos fuera más irracional que nunca y que, por unos minutos, no existieran relojes. Que toda la adrenalina que hay en el globo saliera escupida por todas las bocas, evaporándose con todos nuestros problemas y ascendiera, tan alto, que se perdieran en el espacio. Que estuviéramos satisfechos de vivir, más altos que nunca, porque hoy hace un día precioso y mirando al cielo no hay preocupaciones que valgan.

Pablo Melgar