[infobox maintitle=”Perdóname mi silencio. Perdóname tu silencio.” subtitle=”A. Zagajweski” bg=”blue” color=”black” opacity=”off” space=”12″ link=”no link”]
David no quería matar a Goliat,
pero le abrió la cabeza en dos
como si fuera una nuez
y los sesos se desparramaron
por el suelo
y la sangre empezó a hervir en el suelo.
.
Las palmas del gigante
dos valles entre montañas,
dos masas cóncavas
concebidas para encerrar el cielo.
.
La caída del gigante levantó polvo,
las motas se elevaban en el aire
en una nube de niebla
que hacía estornudar a todo el pueblo.
.
David miraba sus manos
pequeñas, sucias
y sonámbulo, las sumergió
en el charco carmesí
¡desesperado su grito!
Desesperado David,
arañándose la cara
mientras se llena la boca de sangre
y llora, arrepentido
por haber dado muerte.
.
Ana Cano Pina
.
Lee su blog aquí: “La Zorra Ártica”
Gallo Rojo – Sílvia Pérez Cruz
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