Ya no hay francesitas

ni pintores en el Realejo.

Ya no hay moros en la Alhambra

y alguien ya no quiere vivir más allí.

Pero su muralla sigue siendo de casas blancas

y verdes muy vivos.

Pero todos los días suben las escaleras para soñar

y las bajan para tapear.

Ya no hay peros

cuando uno está en el Realejo.

Pablo Melgar

 

El Realejo – Michel Camilo