Hay flores en mi corona de espino,

que muerden y envenenan.

 

Un clavo atraviesa mis pies,

y me ancla tu recuerdo a la memoria.

 

Mis manos padecen cojera

cuando me ofrecen caridad las espaldas.

 

Y mis ojos como viejas  vidrieras

acumulan para sí, místicas miradas.

 

Mi boca, cercenadora de la palabra

convierte en victorioso al silencio.

 

Y alzo los brazos, pidiendo redención

para los secretos mutilados que habitan el pecho.

 

Ofrezco a cuerpos creyentes,

mi piel devota y flagelada.

 

Y se me hace carne el espíritu de humo

porque me negaron tres veces,

antes de que cantase el gallo.

 

Irene Viedma Requena

Nude – Radiohead