No suelo atreverme a hacer seguimientos de las series de televisión que veo antes de que terminen, puesto que ello es una declaración de intenciones demasiado comprometedora, ya que la lista es bastante larga. Quizás debería haber invertido mi tiempo en dedicarle unas palabras a algunas de estas series que copan los blogs seriéfilos y la burbuja de fanáticos de este mundo fascinante que, en mi opinión, es el verdadero cine del siglo XXI.
Pero voy a hacer una excepción, y antes de entrar con Breaking Bad, que ya por todos es conocida, voy hacer una remisión a esta fabulosa producción. Y si con ello consigo que aquellos seriéfilos que no sepan de la existencia de Peaky Blinders se adentren en el Birminghan de 1919, habrá merecido la pena el esfuerzo.
Gracias a Dios que, debido al paso del tiempo, somos capaces de decorar la realidad pasada de forma que resulten atractivos paisajes industriales llenos de borrachos y suciedad, ecosistemas de maleantes y corrupción que con una canción de Nick Cave y unas buenas tomas…¡nos atrapan!
La segunda ciudad más grande del Reino Unido que en aquellos años veinte ya había sufrido un tremendo proceso de industrialización hasta ser considerada “la fábrica del mundo”, tras la guerra había sufrido un tremendo deterioro y la corrupción y los movimientos comunistas y terroristas (IRA) estaban en pleno apogeo. En medio de este caos, la ciudad estaba dominada por la influencia de un clan familiar mafioso que se dedicaba a las apuestas, a vender su protección y a todo tipo de actividades encuadradas en la esfera ilegal. Una familia Soprano de los años 20, con acento inglés.
Se hacían llamar los Peaky Blinders, debido a sus boinas inglesas con cuchillas que usaban para matar. Gracias a la BBC les veremos extorsionar, pisotear y matar sin la mínima compasión, dirigidos por la figura de Thomas Shelby, la cabeza pensante. Interpretado magistralmente por Cill Murphy, Thomas es un personaje tan frío y pragmático que llega a recordar a Michael Corleone en alguna de sus estrategias para hacerse con la supremacía. Su mirada de vidrio azul, de aparente fragilidad, es tan cortante como su voz y nos helará la piel. Una mente brillante en un mundo de suciedad y corrupción.
Thomas Shelby tendrá que enfrentarse contra otra mente brillante, en una partida de ajedrez épica, la del Inspector Campbell. Este detective encarnado por un Sam Neil, despojado de su tan famoso atuendo de arqueólogo (Jurassic Park), que hace las de una especie Inspector Poirot sanguinario por encargo del mismísimo Wynston Churchill para recuperar unas armas robadas al gobierno británico. Con mano dura, Campbell, aterrizará en Birmingham para “limpiar de escoria la ciudad”, interponiéndose en el camino de los Shelby.
Siguiendo la estela de algunos de los títulos británicos más pop como Transpoiting, en esta serie la música juega un papel esencial. No estamos hablando de sonidos de época sino del rock británico más transgresivo. Así, podemos saborear asesinatos a cámara lenta con los White Stripes o Tom Waits de fondo. Una mezcla muy Tarantino, que incluso tiene su propio guiño en la reproducción de una de las imágenes más míticas de Reservoir Dogs.
No duden en entrar en la casa de los Peaky Blinders, pues no se arrepentirán. Habrá violencia y tramas imposibles sazonadas con buena música y actuaciones sensacionales. Personajes tan característicos como el de Thomas Shelby sólo aparecen muy de vez en cuando y, cuando ello sucede, no hay que interponerse en su camino. ¡No necesita ni presentación para amenazarnos!
Pablo Melgar
Red Right Hand – Nick Cave and The Bad Seeds
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