Siempre que había escuchado a Chopin, habían entrado las notas del piano dentro de mí, y allí en el fondo habían arrancado todo lo que había sin distinción, regalándome el dolor más duro que algo que no se ve puede crear. Cada vez que mediante teclas sus sonidos llenaban el aire, la luz del Sol se apagaba como quien sopla sin miramientos las pequeñas llamitas de un candelabro, y la noche se adueñaba de mis ojos. Todas aquellas veces, mis sentimientos eran arcaicos y en las paredes rebotaban en forma de pelotas saltarinas. No podía descifrar aquellas enormes bocanadas en que se habían convertido mis suspiros al respirar. Pienso que es la música de la noche del desamor y la muerte en la penumbra, la melodía del infeliz y el enamorado que regala su piel para que todos vean qué es lo que hay dentro sí.
Me asombraba la dureza con la que las composiciones de Chopin hacían mella en mí y me hacían vivir historias románticas de poetas atormentados e inspirados en el dolor que acabaría por llevarles al suicidio, cuando la llama de la vela dejara en absoluta penumbra su vida.
Sin embargo, cambiar de instrumento es una declaración de intenciones que osa cambiar este cuadro oscuro. En primer lugar, los pellizcos de Juan Manuel en las cuerdas de su guitarra pintan de un tono ocre el Sol que llena de atardecer el paisaje. La intensidad es menor en cuerda y los sentimientos son más sosegados y te hacen creer en la razón. Nunca antes estos sonidos habían sido los de alguien que madura sus dolores dentro de sí y los engrandece frente al Sol, que sigue brillando.
El poeta romántico ya no espera que se consuma la cera del candelabro sino que los enormes ventanales medievales se abren de par en par y por la habitación corre una brisa que apura sus últimas horas de luz. Quien escucha el rasgar de unos dedos ve su futuro en el horizonte, más allá del Sol y los montes anaranjados que lo separan de él, y lo admira como quien llora al sentir el arte. Hay dolor pero también hay belleza. Suspira y no son bocanadas de aire sino luz para llenar de valentía sus problemas interiores.
Chopin en guitarra es mi habitación de estudio y meditación, mi rincón para sentir, mi viaje al medievo y a los extremos modales; al rol de la amada en lo alto del torreón y de la bravura de su salvador mirándola desde su balcón, que rasga su pluma desde la distancia para rimar unos versos que estén a la altura de su amor. Escúchenlo y mírenlo, cada uno pintará su propio cuadro con la ayuda de las notas. Es lo mágico de la música.
Pablo Melgar
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