Ya la velocidad no era importante, aunque seguía siendo muy pobre, por lo menos tenían Internet. Pero la guerra seguía, pues llegó la factura del teléfono móvil de ese mes. El importe de la factura era unos 30€ superior a lo que solía consumir Javier, así que miró el desglose y esos 30€ eran de las llamadas al “Servicio de atención al cliente” de Ono. Javier, indignado, volvió a invertir su dinero en llamar a Margarita, Cecilia, Alfredo o el operador que se parecía a Alfredo para pedir explicaciones. El operador que se parecía a Alfredo prometió restituir la cantidad de no más de 10€ por cada llamada, siendo fiel a los Estatutos de la compañía, si Javier mandaba las facturas correspondientes justificando las llamadas y su importe.

Todo parecía volverse cada vez más difícil y Javier pensaba que Ono había llegado a su límite, pero no. La factura del siguiente mes al que el servicio estuvo cortado, no debía de tener ningún importe a pagar puesto que Ono les debía dinero, pero aparecían como cobrados 35€ de factura. En los detalles de la factura se motraban 20€ de restitución de línea y otros 15€ que Javier nunca llegó a entender. Respiró profundo, tres veces, y se fue a la tienda de Ono directamente, intentando evitar a los clones. Ya allí, se encontró con una tercera trabajadora de Ono con la misma voz que Margarita y Cecilia, ¡no podía ser!, y no le preguntó su nombre porque llegados a este punto no importaba mucho. Y ésta tramitó la enésima reclamación al igual que sus colegas habían hecho anteriormente.

A la mañana siguiente Javier recibe una llamada y era Cecilia, ya como de la familia, e informa a Javier de que no le puede devolver los 20€ de restitución de línea porque no. Javier ante la impotencia de sentirse estafado, teniendo que pagar encima 20€ por una restitución de la línea que se había cortado por un fallo de la propia compañía que ya le había estafado antes, amenazó con darse de baja, cosa que ya había hecho anteriormente y produjo la misma respuesta en Cecilia: “Para darse de baja llame al 902…”; a lo que Javier añadió mentalmente: “también tendré que pagar por darme de baja”.

Pablo Melgar