A veces la vida se debate en un solo momento. Hace unos días llegó a mis manos la historia de un superviviente judío del exterminio nazi en Auschwitz que logró sobrevivir a tres fusilamientos, dejándose caer un instante antes de los disparos aún vivo al foso, junto con el resto de cuerpos sin vida. A pesar de que tres golpes de suerte ya son algo extraordinario, lo sorprendente fue cómo encontró fuerzas para sobrevivir apoyándose en el arte, como anhelo de esperanza, que hoy en día le ha llevado a ser un marchante de arte famoso con galería en Berlín, desde la que consigue hacernos sentir su relato.

He visto infinidad de películas, a cual más macabra, pero no puedo ni imaginar lo que sería encontrarse en un campo de concentración, esperando cada segundo a que desintegren tu cabellera. Cuando llega ese momento, tiran de ti, y te colocan en fila junto con un grupo de personas que compartirán el mismo trágico destino. Y es en ese instante, oliendo la pólvora de los fusiles que apuntan hacia tu entrecejo, al igual que los ojos sin alma de los verdugos, cuando la imagen se detiene: ¿qué piensas ahí?

Todos tenemos razones para vivir, hasta el más desdichado de los hombres, y es en esos segundos de agonía cuando tienen que venirte todas de golpe: familia, dinero, lugares, cosas por hacer, ambiciones, amor, futuro… “Dejadme la esperanza” recriminaba al cielo Miguel Hernández desde los infiernos de la Guerra Civil y, a pesar de su oscuro porvenir, recitaba sin dudar que “Regresará del llanto adonde fue llevada”, por amor.

¿No es el arte una forma de expresión en los ámbitos más extremos? Estos versos no serían los mismos sin una historia detrás y, a lo mejor, no hubiera aguantado sin ellos, son su gran razón de vivir.

La razón del protagonista de este increíble relato es el arte, en esos fosos nadando en un mar de cadáveres (que debe ser la peor experiencia posible) lograba divisar un hilo de luz que le llevaba hacia la salida, en forma de pinceladas velazquianas. Sin duda, fue su salvación. Pero defiendo esto como pura supervivencia, no hace falta estar a punto de morir para apoyarse en algo que te haga salir de los agujeros. Los trabajadores soportan ser explotados día a día para poder disfrutar un sueldo con su familia. La razón, el fin último, el objetivo y la meta hacen que todo se haga por algo y no porque sí. Sin esa biografía seguro que nuestro personaje no sería un marchante famoso en la capital alemana. Y también estoy seguro de que el arte no sería arte sin una historia.

Pablo Melgar

Este artículo me lo publicaron en la revista del Instituto Mar Menor, cuando yo estaba en 2º de Bachillerato, fue una gran alegría. Gracias a mi profesora Laura, que me enseñó tanto. 

 

La canción es la Ballade No.1 Op. 23 de Chopin, me encanta la pasión y la tristeza de Chopin en cada una de sus notas…son como habitaciones oscuras de las que, de vez en cuando, aparecen pequeños hilos de luz o de desesperación, siempre con sentimiento. Esta en concreto es la que interpreta en su mente el protagonista de “El Pianista” de Roman Polanski, en esa que es su escena más famosa. Preciosas ambas.