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La Poética de Gueorgui Gospodínov
I. Introducción: Contexto biográfico y literario
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Nacimiento y contexto histórico:
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Yambol, Bulgaria, 1968, en plena Bulgaria comunista, previo a la caída del Muro de Berlín.
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Formación en un contexto de restricciones y censura, lo que marcará su obra con un interés por la memoria, la pérdida y la identidad fragmentada.
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Inicio en la poesía:
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Comienza en los años 90 con dos libros de poesía premiados en Bulgaria.
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La economía del verso influye en toda su narrativa posterior: brevedad, precisión y densidad poética.
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Reconocimiento literario internacional:
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Traducción de Novela natural a 23 idiomas (Saymon, 2009; Fulgencio Pimentel, 2020).
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Física de la tristeza (2011; Fulgencio Pimentel, 2018), Premio Jan Michalski (2016) y Angelus Central European Literature Award (2019).
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Las tempestálidas (2020; Fulgencio Pimentel, 2023), Premio Strega Europeo (2021) y Booker Internacional (2023).
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El jardinero y la muerte (2025; Impedimenta), una obra sobre la muerte del padre y el duelo.
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II. La concepción de la literatura según Gospodínov
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Brevedad y precisión:
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La influencia de la poesía se percibe en la estructura de sus relatos, que oscilan entre lo lírico y lo narrativo.
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Importancia del espacio reducido para evitar la verborrea y crear espacios de reflexión.
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Cita:
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«La brevedad es importante, como el ritmo. El lector tiene que tener la posibilidad de tomar aliento tras una frase y reflexionar sobre ella».
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Fusión de lo cotidiano y lo sublime:
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Gospodínov explora lo ordinario como fuente de revelación, situando lo sublime en los gestos mínimos y las historias aparentemente insignificantes.
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Las pequeñas historias cotidianas se convierten en mitos contemporáneos.
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Cita:
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«Lo sublime brota realmente de lo cotidiano».
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El jardinero y la muerte convierte los gestos del padre moribundo en relatos universales sobre la vida y la muerte.
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Realidad e imaginación:
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Gospodínov entrelaza lo vivido y lo inventado, creando un híbrido narrativo donde la ficción y la memoria se confunden.
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Las historias personales se transforman en relatos mitológicos, como en Física de la tristeza, donde el Minotauro es un alter ego del autor.
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Cita:
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«La imaginación también es parte de la realidad».
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III. La memoria y la experiencia como motores narrativos
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La historia personal frente a la historia oficial:
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Resistencia a la narrativa colectiva impuesta por el totalitarismo.
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La escritura como acto de preservación frente al olvido y la manipulación.
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El jardinero y la muerte es un ejemplo claro de esta resistencia: el duelo se convierte en un archivo íntimo de la memoria familiar.
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Cita:
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«Las pequeñas historias, las historias personales, las escriben los vencidos».
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Ampliación del concepto de experiencia:
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Para Gospodínov, la experiencia no es solo lo vivido, sino lo leído, lo soñado y lo escuchado.
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Narración como acto de escucha, especialmente en Acerca del robo de historias y otros relatos, donde el autor se apropia de voces ajenas.
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Importancia del relato oral: el padre como narrador oral en El jardinero y la muerte.
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Cita:
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«Cuando empecé a viajar gracias a mis libros, lo hacía pensando que conmigo viajaban mis padres, mis abuelos, los que no pudieron hacerlo».
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IV. Cronología de su obra: La exploración de lo temporal
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Primera novela: Novela natural (1999; Fulgencio Pimentel, 2020).
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Un relato sobre el fracaso, el divorcio y la búsqueda de identidad a través de la escritura.
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El autor construye un artefacto narrativo fragmentario, una «máquina de historias» donde realidad y ficción se entrelazan.
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Relatos destacados:
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Acerca del robo de historias y otros relatos (2001; Impedimenta, 2024):
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Cuentos sobre personajes que habitan los márgenes, relatos poéticos que exploran la ironía y la nostalgia.
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«Vaysha la Ciega»: Ceguera ante el presente, obsesión con pasado y futuro.
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«Peonías y nomeolvides»: Interacción entre realidad y ficción.
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Física de la tristeza (2011):
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Una novela laberíntica que juega con la estructura del mito del Minotauro.
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El Minotauro como símbolo del hombre contemporáneo atrapado en el laberinto de la memoria.
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El relato se convierte en un archivo de voces y recuerdos de varias generaciones.
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Las tempestálidas (2020):
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Ensueño distópico sobre el peligro de la nostalgia convertida en política.
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Advertencia sobre el auge del populismo en Europa.
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Cita:
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«El futuro siempre tiene rostro de niño».
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El jardinero y la muerte (2025):
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Crónica del último mes de vida de su padre.
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Estructura fragmentaria, basada en anotaciones y recuerdos.
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Reflexión sobre la muerte en conexión con la naturaleza: el padre como jardín.
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V. Temas contemporáneos: Vigilancia, nostalgia y soledad en la era digital
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El control a través de las pantallas:
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Gospodínov reflexiona sobre la pérdida de intimidad y la hiperconectividad.
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En Las tempestálidas, el cronorrefugio se convierte en una metáfora del encierro en el pasado.
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Cita:
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«Ya no podemos estar completamente solos».
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El síndrome de Vaysha la Ciega:
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Parálisis entre pasado y futuro, incapacidad para habitar el presente.
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Tema recurrente en Física de la tristeza y Las tempestálidas.
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Cita:
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«Vivimos entre dos mitades del tiempo, sin poder aferrarnos al presente».
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Conclusión. El sentido último de la narrativa en Gospodínov
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Narración como resistencia al olvido:
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La escritura es para Gospodínov un acto de preservación frente al paso del tiempo y la muerte.
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En El jardinero y la muerte, la memoria del padre es un legado que perdura.
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Cita:
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«La memoria es nuestra única forma real de inmortalidad».
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Literatura como espacio para lo irracional y lo invisible:
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En sus obras, lo fantástico y lo real se entrelazan, creando universos donde lo no sucedido adquiere la misma relevancia que lo vivido.
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Lo sublime y lo cotidiano como elementos inseparables:
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Gospodínov convierte lo más banal en materia literaria, revelando que el sentido último de la vida reside en los gestos mínimos y en las historias que parecen no contar nada.
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Bulgaria

“Escribo en primera persona para cerciorarme de que sigo vivo.
Escribo en tercera persona para asegurarme de que no soy una mera proyección de mi propio yo, de que soy tridimensional y tengo cuerpo. A veces empujo un vaso y percibo con placer cómo se cae y se rompe. Eso es que aún existo y que mis actos tienen consecuencias.”
Biografía
Gueorgui Gospodínov: Narrar lo efímero, preservar lo eterno
Gueorgui Gospodínov (Георги Господинов en búlgaro; Yambol, Bulgaria; 7 de enero de 1968) es un escritor, poeta y columnista búlgaro, considerado el autor contemporáneo más leído y premiado de su país y una de las voces más relevantes de la narrativa europea actual. Traducido a veinticinco idiomas, su obra abarca poesía, novelas, relatos y ensayos. Todos ellos marcados por un estilo fragmentario y una constante indagación en la memoria, el tiempo y la identidad.
Carrera profesional
Licenciado en Filología Búlgara por la Universidad “San Clemente de Ojrid” de Sofía, ha compaginado su labor literaria con una sólida carrera académica y periodística. Investigador en el Instituto de Literatura de la Academia Búlgara de Ciencias, publicó en 2005 su tesis doctoral ‘Poesía y media‘, un estudio sobre la influencia del cine, la radio y la publicidad en la poesía búlgara de los años 40. Además, fue redactor del Periódico Literario durante más de dos décadas y editor de la edición búlgara de la revista Granta, donde contribuyó a la difusión del relato breve contemporáneo.
En el ámbito internacional, Gospodínov amplió sus horizontes gracias a becas en el Cullman Center de Nueva York (2017) y el Wissenschaftskolleg de Berlín (2019-2020), donde continuó explorando las conexiones entre memoria y narrativa. También ha colaborado en proyectos audiovisuales, escribiendo los guiones de los cortometrajes animados Blind Vaysha (2016) y Física de la tristeza (2019), ambos dirigidos por Theodore Ushev. Asimismo, ha experimentado con videoinstalaciones como Future Cancelled (2018), integrando imagen, tiempo y narración fragmentaria, elementos esenciales de su poética.
La poesía como génesis
Antes de alcanzar notoriedad internacional como narrador, Gueorgui Gospodínov consolidó su voz literaria en el ámbito poético. Su debut se produjo con ‘Lapidarium‘ (1992), obra que le valió el premio de debut Primavera de Sur y que ha sido traducida al checo y al alemán, este último por eta Verlag en 2017. En sus versos, ya se vislumbran los temas que recorrerán toda su obra: el tiempo, la memoria y la fragilidad de lo cotidiano. A este primer poemario le siguió ‘El cerezo de un pueblo‘ (1996, 1998, 2003), ganador del Premio Anual de la Asociación de Escritores Búlgaros, donde profundiza en la conexión entre paisaje rural y memoria personal.
La búsqueda de identidad y la reflexión sobre el yo se hacen más explícitas en ‘Cartas a Gaustín‘ (2003), donde aparece por primera vez el personaje de Gaustín, que posteriormente reaparecerá en su narrativa. En 2007, publicó la antología ‘Baladas y disgregaciones‘, traducida al alemán como Kleines morgendliches Verbrechen (2010), una muestra de su poética fragmentaria y meditativa. ‘Allí donde no estamos‘ (2016), su último poemario hasta la fecha, refuerza su estilo contemplativo y nostálgico, consolidando su presencia en antologías internacionales como New European Poets (Graywolf Press, 2008). La difusión de su poesía ha trascendido fronteras, con traducciones al portugués, macedonio, polaco y árabe, y sus versos forman parte del repertorio del taller teatral Sfumato, que prepara la puesta en escena de Leo Eliot, Escucho Beatles, una obra basada en sus poemas.
De la poesía al reconocimiento internacional
Gospodínov comenzó su carrera literaria a principios de los 90 con dos libros de poesía premiados en Bulgaria, es cierto. Sin embargo, el éxito internacional llegó con ‘Novela natural‘ (1999), una obra breve pero poderosa que cuestiona la posibilidad de narrar la propia vida. Publicada en español por Fulgencio Pimentel en 2020, Novela natural relata la crisis de un hombre tras un divorcio, quien intenta escribir una novela que se convierte en un espejo fragmentado de su propia existencia.
En palabras de Le Courrier, se trata de una «máquina de construir historias», donde el autor juega con la estructura posmoderna para desdibujar la frontera entre lo real y lo ficticio. The New Yorker la definió como «un debut anárquico y experimental», mientras que The Guardian destacó su capacidad para ser «a la vez terrenal e intelectual».
El laberinto de la memoria: Física de la tristeza
En 2011, Gospodínov publicó ‘Física de la tristeza‘, una novela que consolidó su prestigio internacional. Basada en el mito del Minotauro, la obra es un viaje por los recuerdos de tres generaciones búlgaras atrapadas en el laberinto de la memoria. Publicada en español por Fulgencio Pimentel en 2018, la novela fue traducida a dieciocho idiomas y recibió múltiples galardones, entre ellos el Premio Jan Michalski (2016) y el Angelus Central European Literature Award (2019).
Olga Tokarczuk, Premio Nobel de Literatura, la calificó como «la prosa más avanzada del continente», mientras que Alberto Manguel señaló que es «una de esas raras excepciones que se presentan al lector como absolutamente nuevas».
La repercusión de la novela trascendió el ámbito literario cuando uno de sus relatos fue adaptado al cine en 2019 por Theodore Ushev, logrando una nominación al Óscar con el cortometraje Blind Vaysha.
La clínica del tiempo: Las tempestálidas
En 2020, Gospodínov presentó Las tempestálidas, una obra que explora el vínculo entre nostalgia, política y memoria. Publicada en español por Fulgencio Pimentel en 2023, la novela ganó el Premio Strega Europeo en 2021 y el Booker Internacional en 2023, situando definitivamente a Gospodínov en el panorama literario mundial.
La historia se centra en Gaustín, un enigmático flâneur que inaugura una clínica en Zúrich donde se recrean al detalle décadas del siglo XX para enfermos de alzhéimer. Pronto, personas sanas comienzan a solicitar ingreso en el cronorrefugio para huir de un presente insoportable. Así, el pasado se convierte en un refugio distópico que amenaza con invadirlo todo. Dice el propio Gospodinov que la obra es producto del “déficit de futuro” de una sociedad consumida por la nostalgia.
«Es el tipo de literatura más exquisito, sobre nuestra percepción del tiempo y su paso, escrito con un estilo magistral y totalmente imprevisible», opinó Tokarczuk sobre la novela.
Historias robadas y la poética del fragmento
En 2024, Impedimenta publicó Acerca del robo de historias y otros relatos, una colección de veintiún cuentos donde lo cotidiano se mezcla con lo extraordinario. Entre los relatos, encontramos un cerdo que narra su sacrificio el día de Navidad, una mujer que ve el pasado con un ojo y el futuro con el otro, y viajeros que cruzan los Balcanes en trenes nocturnos mientras huyen de sus propios recuerdos.
En una entrevista reciente, Gospodínov confesó: «A veces escribo un poema que contiene un relato o un relato que puede ser poético. Me parece que sobre las tres de la tarde se abre una especie de habitación dentro del tiempo, una dimensión en la que uno puede quedarse consigo mismo».
Esta estructura fragmentaria y evocadora es un rasgo esencial de su obra. «La brevedad es importante, como el ritmo. El lector tiene que tener la posibilidad de tomar aliento tras una frase y reflexionar sobre ella», asegura.
El duelo convertido en jardín: El jardinero y la muerte
En 2025, Gospodínov vuelve a sorprender con El jardinero y la muerte, una obra profundamente personal en la que aborda la muerte de su padre. «Mi padre era jardinero. Ahora es jardín», escribe al inicio del libro, un arranque que sintetiza la esencia de esta obra que no es un libro de duelo al uso, sino una reconstrucción caleidoscópica del padre perdido.
Gospodínov escribió este texto a mano, anotando gestos, palabras y silencios durante el mes que pasó junto a la cama de su padre. «Este es el primer libro que escribo a mano, pero no hubiera podido hacerlo de otra forma», afirma.
En el libro, el escritor evoca a su padre, Dinyo Gospodínov, en todas sus etapas: el joven con chupa de cuero y cigarrillo en los años 60, el hombre de negocios fracasado de los 90 y el anciano que enseña a los periodistas el jardín de su hijo tras el Booker.
Para Gospodínov, este libro es también un homenaje generacional: «Siempre he querido escribir un libro sobre los padres de nuestra época, una generación nacida a finales de la Segunda Guerra Mundial, que vivió la pobreza de los 50 y el comunismo, y que intentó empezar de nuevo tras la caída del Muro, fracasando en el intento».
En un mundo donde la muerte se esconde y se rodea de un halo aséptico, Gospodínov recupera el acto de acompañar a los moribundos hasta el final. «En Bulgaria todavía existe la tradición de despedir a los familiares en casa. Esa lección es la más importante que nos enseñan nuestros padres: no cómo se vive, sino cómo se muere», reflexiona.
Esta obra, que mezcla humor, ternura y crudeza, es para Gospodínov un acto de exorcismo literario: «Cuando mi padre murió, me sentí perdido. Pero tras escribir este libro, la conversación entre él y yo empezó a fluir de forma más fácil, y puedo convocarlo sin dolor», confiesa.
Memoria como refugio: el legado de Gospodínov
La obra de Gospodínov, desde Novela natural hasta El jardinero y la muerte, es un mosaico de historias que exploran las fisuras del tiempo y la persistencia de la memoria. En un mundo que huye del dolor y busca refugio en un pasado idealizado, el escritor búlgaro insiste en que la literatura es el último refugio contra el olvido:
«La memoria es nuestra única forma real de inmortalidad. Para la gente común, la inmortalidad es que te recuerde la siguiente generación. Y si también lo hacen tus nietos, es lo más que puedes pedir», concluye.
POETK
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Entrevista Zenda
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En la entrevista realizada por Javier Ors para la revista Zenda el 25 de mayo de 2024, Gueorgui Gospodínov reflexiona sobre su trayectoria literaria y el sentido de la narración. Comenzó escribiendo poesía, que sigue siendo una base esencial en su obra, y ha desarrollado relatos que combinan lo cotidiano con lo sublime. Defiende la brevedad como una virtud literaria y considera que las historias tienen un poder casi mágico para iluminar lo ordinario.
Uno de los ejes de su obra es la fusión entre lo cotidiano y lo sublime, una técnica que emula las narraciones bíblicas y los mitos antiguos, donde lo ordinario puede convertirse en una revelación. Para Gospodínov, lo sublime surge precisamente de lo más común, transformándose en una «iluminación al final de la historia más ordinaria».
En sus relatos, como «Vaysha la Ciega», «Peonías y nomeolvides» y «La octava noche», Gospodínov explora la relación entre realidad e imaginación, cuestionando los límites entre ambas. Afirma que la imaginación es parte esencial de la realidad, no solo como una herramienta creativa, sino también como un recurso para sobrellevarla.
La memoria y la experiencia son pilares en su narrativa. Gospodínov no se limita a lo vivido, sino que también considera parte de la experiencia aquello que ha sido contado por otros, lo leído y lo soñado. Esta comprensión amplia de la experiencia permite que las historias personales trasciendan y se conviertan en relatos universales.
En 2011, Gospodínov publicó «Las tempestálidas», una novela que profundiza en el sentimiento de pérdida y la tendencia contemporánea a refugiarse en el pasado. En sus propias palabras, «nadie vive en el futuro, pero este debe ser poblado con nuestras esperanzas y sueños, permanecer como un horizonte ante nosotros». En este texto, el autor alerta sobre el peligro de convertir el pasado en ideología, señalando que esta mirada retrospectiva alimenta los nacionalismos y erosiona la posibilidad de proyectar un futuro positivo.
Gospodínov critica la obsesión contemporánea con las pantallas y la vigilancia, afirmando que han intensificado la soledad en lugar de mitigarla. Además, alerta sobre el auge de los nacionalismos, comparando su mirada retrospectiva con el síndrome de Vaysha la Ciega, quien solo ve el pasado con un ojo y el futuro con el otro, quedando ciega al presente.
En el contexto de su Bulgaria natal, donde vivió bajo un sistema totalitario, Gospodínov resalta el valor de las historias personales frente a las narrativas oficiales. Para él, contar historias es una forma de resistencia contra el olvido y la manipulación, un acto esencial en sociedades marcadas por el control y el silencio. Esta «cultura del silencio» sigue presente y, para Gospodínov, escribir es una forma de preservar la memoria y combatir la imposición de narrativas únicas.
Finalmente, subraya la importancia de lo irracional, lo no sucedido y lo invisible en la construcción de la experiencia humana. Para Gospodínov, la literatura debe abrir las puertas visibles para enfrentar lo oculto, encontrar lo sublime tras lo evidente y convertir lo ordinario en un territorio poético cargado de significado.
Poema El ataque
Traducción del esloveno de Marjeta Drobnič:
El 27 de junio supe por televisión que nos
habían atacado los tanques. Fui al supermercado a comprar
treinta filetes de pavo y quince litros de leche.
Ante la caja había cola, todos en ella callábamos
escuchando las instrucciones de la radio en caso del
ataque aéreo.
Después desde arriba oímos un estrépito y de golpe
temblaron nuestros labios y nos miramos a los ojos
como los enamorados en un andén, y a muchos
les acudieron las lágrimas a los ojos. Saqué el pañuelo y
sequé la mejilla de una mujer
que estaba detrás de mí en la cola. “Gracias”, dijo
y se apoyó en mi hombro, así que hasta los huesos pude sentir
el horror que sacudía su bella figura. Después los aviones
callaron, la caja empezó a sonar otra vez,
nosotros sacábamos el dinero de los bolsos y al pagar
nerviosos dejábamos el suelto
en el mostrador, y salíamos corriendo, como si por algo tuviéramos una profunda
vergüenza.
Poema Capilares débiles
He sangrado en Londres, Yambol y París,
he sangrado en Estambul
como un degollado,
apoyándome en alguna tapia
por la tarde,
he sangrado estúpidamente en Manhattan
desde la Tercera Avenida hasta Central Park,
tapando mis fosas nasales con los dedos,
tragaba boquiabierto hacia arriba,
he sangrado en una lectura literaria,
también en el tren a Coimbra
(hacía un bochorno infernal),
he derramado sangre en Normandía,
sin una gota de heroísmo,
en Berlín junto al Spree
cerca del teatro de Brecht
a rajatabla según el método Stanislavski…
He sangrado mansamente todas las semanas
en el lavabo de la escuela
rojo sobre porcelana…
Con tanta sangre derramada
debería estar muerto,
debería ser un héroe,
pero yo —antes de que me peguen—,
pero yo —tan pálido con un trozo de algodón en la nariz,
trágicamente abatido—
tengo capilares débiles…
‘Física de la tristeza’ (2011)
Prólogo
Nací a finales de agosto de 1913 como ser humano de sexo masculino. Desconozco la fecha exacta. Esperaron unos días para ver si sobrevivía y solo entonces me inscribieron en el registro. Lo hacían así con todos. Los trabajos de verano se acababan, aún quedaba por cosechar algo en el campo, la vaca parió un ternero, necesitaba cuidados. La Gran Guerra estaba a punto de comenzar. La pasé junto con el resto de las enfermedades de la infancia: la varicela, el sarampión, etc.
Nací dos horas antes del amanecer como mosca de la fruta. Moriré esta noche tras el atardecer.
Nací el uno de enero de 1968 como ser humano de sexo masculino. Recuerdo con detalle y de principio a fin todo el año 1968. No recuerdo nada del año en que estamos. Ni siquiera sé el número.
Nací desde siempre. Aún recuerdo el comienzo de la Edad de Hielo y el final de la Guerra Fría. La visión de la muerte de los dinosaurios (en ambas épocas) es uno de los espectáculos más insoportables que he presenciado.
Aún no he nacido. Soy inminente. Tengo menos siete meses. No sé cómo se lleva la cuenta de este lapso negativo en el útero. Soy pequeño (o pequeña, todavía no conocen mi sexo) como una aceituna, peso un gramo y medio. Mi apéndice se retrae. Se aleja el animal en mí, se despide saludándome con su rabo menguante. Creo que estoy predestinado a ser humano. Aquí todo es oscuro y acogedor, estoy atado a algo que se mueve.
Nací el seis de septiembre de 1944 como ser humano de sexo masculino. Eran tiempos de guerra. Una semana más tarde mi padre marchó al frente. Mi madre se quedó sin leche. Una tía estéril quiso acogerme y criarme, pero no quisieron darme en adopción. Lloraba de hambre noches enteras. En vez de biberón, me daban a chupar pan mojado en vino.
Recuerdo haber nacido como rosal silvestre, como perdiz, como Ginkgo biloba, como caracol, como nube de junio (el recuerdo es fugaz), como azafrán otoñal de color lila cerca de Halensee, como cerezo prematuro helado por la nieve tardía de abril, como la nieve que heló el crédulo cerezo…
Yo somos.
Párrafos subrayados
VIII – FÍSICA ELEMENTAL DE LA TRISTEZA
Titubeos cuánticos
- «Escribo en primera persona para cerciorarme de que sigo vivo.
Escribo en tercera persona para asegurarme de que no soy una mera proyección de mi propio yo, de que soy tridimensional y tengo cuerpo. A veces empujo un vaso y percibo con placer cómo se cae y se rompe. Eso es que aún existo y que mis actos tienen consecuencias.
Si nadie me observa entonces tendré que observarme yo solo para no convertirme en sopa cuántica.
Alguien tiene que pensar y observar el mundo constantemente para que siga existiendo. O alguien tiene que pensar y observar a quien piensa y observa el mundo… Qué locura. ¿Seré capaz de asumir ese turno de veinticuatro horas? -
«Lo que aún no se ha narrado, al igual que lo que no ha ocurrido —pues ambos forman parte del mismo orden—, posee todas las opciones, una infinitud de variaciones sobre cómo puede llegar a ocurrir o narrarse».
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«Intento dejar espacios donde puedan tener lugar otras versiones, huecos en las historias, más pasillos, voces y estancias, historias sin cerrar y también secretos a los que jamás lograremos asomarnos… Y allá donde no pudo evitarse caer en el pecado de la narración, que la incertidumbre nos acompañe».
Una pregunta desde la física cuántica de la lectura
- «¿Alguien ha estudiado la física cuántica de la literatura? Si también en ella la ausencia del observador supone todo tipo de combinaciones, ¿qué clase de carnaval estarán montando las partículas elementales de la novela? ¿Qué ocurre entre sus lomos cuando nadie la lee? He aquí una pregunta sobre la que merece la pena reflexionar».
‘Las tempestálidas’ (2020)
En construcción…
Párrafos subrayados
En construcción…
‘Acerca del robo de historias y otros relatos’ (2001)
PREHISTORIAS
UNAS PALABRAS PARA LA TERCERA EDICIÓN EN BÚLGARO
Qué puedo añadir a estas historias antes de que todo recuerdo en torno a su elaboración haya levantado el vuelo. Por ejemplo, que la mayoría fueron escritas por la tarde. En esas horas perezosas y aventuradas, el punto ciego del día que puede llevarte a cualquier parte…
El libro se publicó por primera vez en 2001, en el comienzo del siglo. Apareció casi a la vez que la segunda edición de Novela natural. Y su título podría leerse (y así se hizo) como uno solo: Novela natural y otras historias.
Los relatos breves Mosca en el urinario, Historia con estación y Última historia sobre los años noventa fueron escritos para la primera página de Literaturen vestnik. La traducción inglesa de L. apareció en Ellery Queen Mystery Magazine, en su antología anual junto a una selección de misterios policiacos. Recibí un cheque de América por primera vez en mi vida y me sentí como Raymond Chandler. Por pura estupidez no seguí con ese género y aquel cheque fue el primero y el último.
Escribí una parte de las historias para revistas literarias, muchas de las cuales no han sobrevivido (no es que las haya matado yo), pero les debo una mención: Vitamin B (La octava noche; Acerca del sabor de los nombres), Sezon, Bulgarski mesechnik, la edición búlgara de Lettre International… En varias historias Gaustín aparece y desaparece a su antojo. Las ediciones alemana y checa del libro adoptaron el título de Gaustín, o el Hombre de los muchos nombres. Una segunda historia fue escrita a propósito de la idea búlgaro-húngara de continuar la trama de Dezsó Kosztolányi sobre el revisor búlgaro. Y El alma navideña de un cerdo aterrizó en el número navideño de un célebre periódico danés. En aquella época, su princesa se estaba casando en primera página, justo al lado de la nota sobre la ascensión del cerdo búlgaro. Me encantaría saber cómo casaron ambos eventos en la mente del lector danés. Y cómo se traduce «tonto del culo».
La que recibió más cartas y suspiros fue Peonías y nomeolvides. Me contaron que un chico y una chica se juntaron gracias a esta historia. El chico tenía sus dudas, la chica le regaló el librito con ese preciso relato marcado y le dijo que, si no pasaba ahora, al cabo de un tiempo tendrían que inventarse una vida en los aeropuertos. Y se casaron. Uno asume responsabilidades inesperadas, y el escritor carga con la presunción de culpa. Porque tienta al destino como si su ciega locura o estupidez no fuesen suficientes.
En cualquier caso, ¿por qué el Y otras del título original? ¿Cuál es esa historia que falta al principio? ¿Y si no la hay? Creo que todas las historias, ya sean sobre moscas, enamorados o sobre un alma cochina en Navidad, son importantes. Cada historia merece ser narrada y escuchada. En un momento del libro Gaustín dice que, aunque estratégicamente hayamos perdido el juego, las jugadas baldías de nuestras historias siempre pospondrán el final. Aunque sean historias de naufragios…
El título original del libro también puede leerse así: Gueorgui Gospodínov y otras historias, suponiendo que el autor es solo una de estas historias, y ni de lejos la mejor.
Ni una sola palabra de ningún relato ha sido cambiada, pero este ya no es el mismo libro de hace doce años. Primero, porque el lector es diferente. Y segundo, porque nadie puede entrar dos veces en la misma historia, citando de nuevo a Gaustín.
¿Qué más? La mitad de lo que aquí se narra se apoya en cosas que han ocurrido; la otra mitad, en cosas completamente inventadas, lo que viene a ser lo mismo. Esto, al fin y al cabo, solo le incumbe al autor.
¿A qué han venido estas palabras? ¿Y qué era lo que quería decir? Los he retenido (una jugada ingenua) durante un momento en el umbral, mientras yo salía y ustedes entraban. En este retraso, en este encuentro y desencuentro, radica a veces todo el sentido de nuestras historias.
Feliz lectura y gracias por existir. No hay más.
G. G.
Julio de 2013
Párrafos subrayados
VAYSHA LA CIEGA
(UNA HISTORIA INCONCLUSA)
«Con el ojo izquierdo solo veía hacia atrás, hacia el pasado, y con el derecho, únicamente lo que iba a ocurrir en el futuro. Y, aunque tenía los ojos abiertos, como todos los videntes, era como si Vaysha estuviera ciega. Vaysha la Ciega, así la llamaban todos. Rara vez salía de casa, en el jardín caminaba con los brazos extendidos, chocaba contra el cerezo, se arañaba con las zarzamoras y tiraba al suelo los cántaros bajo el cobertizo. El cerezo, las zarzamoras y los cántaros no existían para ella, como tampoco existía el día presente. Para su ojo izquierdo aún no habían emergido de la tierra, para el derecho ya se habían secado o convertido de nuevo en polvo».
‘El jardinero y la muerte’ (2024)
En construcción…
Párrafos subrayados
En construcción…
Prensa
- ZENDA: Gueorgui Gospodínov: “Tengo miedo de un mundo en el que las teorías conspirativas triunfen sobre la verdad”
- EL MUNDO: Gueorgui Gospodínov: “La mayor lección que nos enseñan nuestros padres no es cómo vivir, sino cómo morir”
- LA TEMPESTAD: “Lo que se quiebra deja pasar algo de luz”.
- RTVE: “El universo paradójico del escritor Gueorgui Gospodínov“.
- VICENTE LUIS MORA: “Poéticas del desorden”















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