Por favor, cierra un poco los ojos y escucha la música. Podrás ver la película en tu mente dejándote llevar por las notas. Conseguirás imaginar ese barrio francés tan verde y viejo a la vez. Edificios medio derruidos, con la disposición de un cuento y la gracia de un tebeo. Sentirás el transcurso de la vida, la gente al pasear. El encanto de los cafés con sus terrazas llenas y los transeúntes comprando pescados y pomelos camino a casa a los vendedores ambulantes que hoy copan la plaza vendiendo abastos.

La cotidianeidad de las películas francesas en la que todo transcurre sin prisas en el metraje, como un retrato de la vida de los personajes que consigue ir más allá de una sucesión de historias. Conocerlos en sus amaneceres, en sus pequeñas conversaciones con la vecina provocadora, y con aquella entrometida, con el barrendero que, como cualquier otro elemento del mobiliario urbano, permanece inherente al ecosistema vecinal, con el camarero del bar que te invita a una copa, con el frutero, el verdulero, el pescadero y el viejete que no cruza palabra con nadie. Pídele un favor a la del primero y que griten tu nombre para que asomes el pescuezo por la ventana. Y las sonrisas de la gente al verte cruzar el barrio.

 Perros deambulando tras los niños que como seres inocentes dedican su tiempo a las travesuras y trastadas que provocan riñas y disgustos en los caminantes. Los perros callejeros y los de familias ricas, perros son. Unos duermen entre cartones y olisquean los cubos de basura y otros en sus colchas mullidas catan piensos de primera calidad, pero ambos se reúnen para sacar a pasear sus instintos animales más básicos. Callejear detrás de los coches, olfatear el mundo, recorrer las calles en busca de algo que ni ellos mismos saben, juntos, sin distinciones. Eso sí, unos piojosos, mugrientos, faltos de cariño; y los otros recubiertos con un manto a cuadros sobre un pelaje brillante y sin ninguna suciedad. Ambos, perros son.

 No muy diferente somos los humanos, según Jacques Tati. “Mon oncle” es la sátira de los nuevos ricos. Y qué risas me he echado mirando por la ventana y observando todos estos cochazos con las estrellitas relucientes en el capó que copan el pueblo y los vecindarios de las urbanizaciones repletas de casones en mitad de una guerra civil por la lucha de la fachada más alta. Sucede.

 Viven en grandes casas, equipadas con la última tecnología, los diseños más vanguardistas y una delicia para las revistas de decoración. Sin una mota de polvo y, “cuidado, quítate los zapatos antes de entrar en casa”. El jardín a la altura de la realeza, con fuentes y empedrados, paseos y zonas de sombra, al más puro estilo minimalista. Y que paradoja nos regala la vida viéndoles sufrir por mantener todo intacto y pulcro, como cuando lo estrenaron. Sin divertirse y afligidos por actualizarse. Allí la música deja de sonar.

Alguien se dedicó hace tantos años a buscar historias en el encanto de la rutina, sin mirar más allá de lo que hay en tu ventana. El primer “Mr. Bean” nos presenta un humor sencillo e infantil, y no sólo por la simpleza sino por la inocencia de las risas que generan. Después de vivir literalmente en sendos ambientes de contraste, acabas aborreciendo el protocolo y las formas, el “qué dirán” y las apariencias. Los mejores recuerdos fueron aquellas cervezas inesperadas, la vida en bicicleta y las risotadas imberbes al hacer algo que no debiste hacer. Dice el cine francés que en los detalles está la música, y tienen razón.

Pablo Melgar

 

Mon oncle – Frank Barcellini

Título original: Mon oncle


Año: 1958


Duración: 110 min.


Director: Jacques Tati


Reparto: Jacques Tati, Jean- Pierre Zola, Adrienne Servantie, Alain Bécourt, Lucien Fregis, Betty Schneider, Yvonne Arnaud


Género: Comedia, Comedia sofisticada


Nota: 9 Muy buena


Nota filmaffinity: 7,8


Nota IMDB: 7,7