“El intelectual en Francia no tenía que ser responsable, eso no estaba en su naturaleza”.

Cada vez que tiene la oportunidad, el escritor español Arturo Pérez-Reverte aclara a los periodistas que la razón por la que se puede permitir decir lo que piensa y así dar vida a ese personaje cabreado de lengua afilada que lleva interpretando durante años en sus artículos de opinión y en su cuenta de Twitter; es que tiene la ventaja de no depender “de este país para vivir”. Gracias a sus ventas, el escritor se despacha a gusto desde El bar de Lola (Twitter) sin el más absoluto temor de correr ningún riesgo mayor que el de una inspección de Hacienda tras llamar sinvergüenza al Presidente del Gobierno.

En el país vecino, ese enfant terrible que hace preguntas incómodas a los adultos y que genera un enorme revuelo cada vez que abre la boca es Michel Houellebecq. En mitad de una situación de incertidumbre en el país francés donde, tras los atentados terroristas de Charlie Hebdo que causaron la muerte de doce personas en la sede del semanario satírico y los 137 asesinatos del 13 de noviembre en varios puntos de París, se respira un ambiente de punto de inflexión en la política internacional. El controvertido escritor, acusado de misógino, reaccionario e incluso de islamófobo (“la religión más idiota del mundo es el Islam”); ha publicado su última novela llamada Sumisión (el significado real del Islam). La novela se sitúa en un hipotético año 2022, donde el Frente Nacional y una nueva formación de islamistas moderados se disputan la presidencia del país. Houellebecq juega a elegir uno de los posibles desenlaces a esta situación actual que pende de un hilo y que, tras los atentados del 11S y la crisis económica, es para todos asumido como un punto de inflexión hacia un futuro incierto.

“Hace tanto tiempo que el juego político se basa en la oposición entre derecha e izquierda que nos parece imposible salir de eso”.

Tras la enorme llaga que ha supuesto la crisis económica en todo el mundo y la falta de reacción de una élite política que ha decepcionado al electorado de toda Europa, los partidos tradicionales se han visto debilitados frente a la incursión de nuevas fuerzas políticas. En España, nuevos partidos tanto de izquierdas como de derechas han entrado como un ciclón (Podemos y Ciudadanos), fragmentando el debate político entre más de dos protagonistas. Sin embargo, el auge de la inmigración en algunos países ha hecho resurgir antiguas ideologías fascistas, como la figura de Donald Trump en Estados Unidos o el Frente Nacional (extrema derecha) en Francia, que ha sido quien ha dado un paso adelante en la porfía del poder; dejando al partido de derechas en jaque mate y al Partido Socialista acomplejado ante el implacable discurso de su líder Marine Le Pen.

“Hay que expulsar a todos los fundamentalistas extranjeros”.

(Marine Le Pen)

Este juego de ajedrez es el que utiliza Michel Houellebecq para construir un hipotético futuro cercano, edificado a través de una argumentación tan meticulosa de cada uno de los pisos que han ido conformando esta rauda evolución de la política francesa, en la que la Hermandad Musulmana surge como respuesta al Frente Nacional y se hace con el poder; que cuesta no experimentar una cierta sospecha fría al leer alguna de sus precisas confabulaciones. Se puede sentir la presencia de Jorge Luis Borges en este minucioso método de construcción de una realidad inventada con el máximo número de detalles posibles como materia prima para contextualizar su ficción, como la de Tlön, Uqbar, Orbis Tertius. En este relato, lo escrito sobre la historia en una Enciclopedia inventada por un grupo de personas suplanta a la realidad colectiva existente, y el argentino se divierte página tras página en la creación de esa verdad falseada que se acaba imponiendo.

“¿Cómo no someterse a Tlön, a la minuciosa y vasta evidencia de un planeta ordenado?”

(Jorge Luis Borges)

Con esta materia prima tan interesante se conforma el contexto en el que vive un profesor de la Sorbona en París que ha llegado a los cuarenta con una vida insípida, en la que su tesis doctoral sobre Joris-Karl Huysmans ha marcado su destino. El único contacto afectivo que experimenta en su vida son los escarceos amorosos con algunas de sus jóvenes alumnas que le admiran por su posición intelectual o con algunos profesores colegas con los que no comparte más que alguna eventual copa tras las clases. No tiene apego por nada e incluso el barrio en el que vive, Chinatown (13eme arrondisement), le aísla del verdadero París. Además, el autor al que ha dedicado toda su carrera es un profundo pesimista, lo que condiciona su interpretación de la realidad conforme a la que vivió Huysmans dos siglos atrás y aprende, poco a poco, a sentir una profunda aversión hacia la moral y costumbres burguesas a las que pertenece.

“La humanidad no me interesaba, hasta me asqueaba, no consideraba ni remotamente a los humanos mis hermanos, y menos aún si pensaba en una fracción más restringida de la humanidad como la que constituían, por ejemplo, mis compatriotas o mis antiguos colegas”.

Houellebecq va desprendiendo, poco a poco, a su protagonista de todo lo verdaderamente importante en su vida como hicieron los hermanos Coen con aquel desdichado personaje de su película A Serious Man (2009). Es la historia de una caída hacia el decadentismo que llevó a Huysmans a abrazar la religión en los últimos años de su existencia como remedio ante un pesimismo que llevó por bandera durante su vida y obra. La idea de Arthur Schopenhauer de que “el mundo es mi representación” es llevada a la práctica en esta novela donde el protagonista toma como referencia la filosofía de Huysman para reflexionar sobre el sentido de la felicidad y de su propia existencia, empujándole a llevar caminos paralelos al de su ídolo.

“La idea asombrosa y simple, jamás expresada hasta entonces con esa fuerza, de que la cumbre de la felicidad humana reside en la sumisión más absoluta.”

Además, todo sucede en un contexto en el que las ideologías y el patriotismo que devino desde la Revolución Francesa están en absoluta decadencia y donde no se conoce el dogma que va a sustituir a esta sociedad capitalista de Occidente que ha fracasado estrepitosamente. La vuelta de la religión al plano político es una de las posibilidades a las que somete a su protagonista la interesante ficción de Houellebecq, como una forma de soltarle en mitad de este confuso laberinto en el que nos encontramos con el cambio de milenio y ver qué camino es el que toma.

“Esa Europa que era la cumbre de la civilización humana se ha suicidado, en el espacio de unas décadas”.

Esta impactante muda de piel de la sociedad francesa que plantea el enfant terrible, donde gran parte de la intelectualidad del país se convierte al islam, en la mayoría de los casos por oportunismo más que por convicción, nos empuja a reflexionar sobre la volatilidad de las ideologías de cartón en las que hemos creído como eje de progreso en los últimos siglos. Vemos cómo la fórmula pesimista de Schopenhauer, que antes había aplicado Borges, se lleva a cabo hasta el final: “el mundo es el autoconocimiento de la voluntad”.

“Lo real no es racional; lo racional es nuestro modo de conocerlo”.

(Arthur Schopenhauer)

De esta forma asistimos a una conversión colectiva que cuestiona los preceptos de un humanismo decadente, cuyo pensamiento crítico solamente ha conseguido fragmentar la sociedad en incongruencia e incertidumbre. En contraposición con el islam, que se impone a esta sociedad judeocristiana menos pragmática y en la que el género masculino encuentra unas fórmulas económicas y educativas, de patriarcado y sumisión aplicadas al mundo Occidental, bastante cómodas. Éstas parecen conformar, además de un modelo bastante productivo y acorde con las fórmulas científicas, el único dogma capaz de crear una verdadera unión entre todo el conjunto de los individuos: “un plano superior, conteniendo un punto único llamado Dios”.

 Pablo Melgar

Submission – Sex Pistols

Título original: Soumission

Páginas: 288

Año: 2015

Autor: Michel Houellebecq

Editorial: Anagrama

Precio:  19, 90€

Nota: 8 Notable lectura