Vivir a la deriva y pensar “que no se que hago aquí”. A veces no me siento identificado con el ecosistema donde nací. Siento amor por ciertas personas, pero no empatizo con esta vida. Las costumbres, la rutina, la ciudad, esto no es para mí. Quiero salir. Partiré pronto, dejando todo atrás…

Hoy es el primer día de mi nueva vida. El rancho, la nada, la naturaleza, la soledad, adoro la soledad. Mi sombrero de vaquero es enorme. Observo los pájaros, los insectos y el silencio, adoro el silencio. Por primera vez en la vida siento paz en mi alma.

Hace ya unos meses que llegué aquí y no recuerdo cómo era eso de tener compañía, tomar el té, jugar al polo…adoro jugar al polo. Aquí paso los días remando en una charca y observando la simpleza de la naturaleza. Mi rancho es tan pequeño como el primer día, no hablo con nadie y bebo solo. Se me nubla la vista al observar el infinito. Adoro jugar al polo.

Llegó el invierno. Nieva a todas horas y la única luz es la del fuego. Creo que no era consciente de las dificultades de vivir en aventura y no en sociedad. La inmensidad, la nada, el vacío, el eco de esta vida me consume. ¡Ay Dios, que nunca creí en ti!, tengo tanta nostalgia. Que continua insatisfacción. Creo que ser cowboy no era para mí…

Pablo Melgar