#Poesía

#Literatura

El infierno es la casa del poeta, al fin el corazón negro, porque el fuego me quemó. La cara perversa arde, hoy Dios ha muerto y su aguja se quebró. Las narraciones del pasado se han derretido con el fuego y, con ellas, los huesos de Victor Hugo tiemblan rotos desde el Panteón. Yo me refugio en la poesía que atraviesa mis recuerdos, allá donde alguna vez una cara me marcó. Que le jodan a los políticos, a los economistas de tertulia y al clero, yo alimento mi tálamo con incendios del más allá. A partir de mañana, intentarán reconstruir nuestro miedo con millones de Louis Vuitton. Mis córneas son la máquina del tiempo, mi cama un cementerio de santos calcinados, mi cámara solamente habla en verso. Entre las cenizas encuentro el antídoto del tiempo. Gárgola y anciano, el poeta un mediador.

Pablo Melgar Salas

Apocalypse – Stephane Wembrel