Hay, fundamentalmente, dos cosas que me atraen de las personas. Una es la violencia, la otra, la ternura.

La violencia es el grito por salvarse, las ganas de romper, la confrontación del yo-animal con la sociedad, la resistencia a la doma, el vuelo deslumbrante hacia el sol, la caída sin alas, un aterrizaje doliente en las selvas perdidas del paraíso. La ternura es el niño que juega, la saliva sobre la herida, los ojos cerrados en el útero materno, la calidez de un cuerpo envuelto en otro, la leche dulce y palpitante sobre la boca y la piel, la (oh) innoble servidumbre de amar seres humanos, el presente desprovisto de pasado, la imprudente ausencia de futuro.

De las dos formas amo, de las dos formas me doblego y grito, de las dos formas me quiero, violenta y dulce como un atardecer sangrante, florido de rosa y henchido de luz, como un sol de invierno que se consume a lo lejos tras las montañas afiladas del horizonte infinito.

Virile – The Blaze