“¿Cuántas veces he estado a cubierto de la lluvia bajo techo ajeno, pensando en mi hogar?”  William Faulkner

Galveston comienza con una frase de William Faulkner, el padre de la literatura sureña norteamericana que gracias a una prosa meticulosa dotada de una enorme profundidad psicológica supo recrear el inquietante respirar del sur de Estados Unidos a principios de siglo pasado. Esos páramos aislados, llenos de arraigo por las costumbres de antaño que fueron el escenario perfecto para todas aquellas historias de asesinatos y muertes misteriosas han dado voz a una serie de autores posmodernistas que han reescrito ese gótico sureño con una suciedad trágica digna del ambiente asfixiante y sórdido del sur.

Hablo de escritores como Cormac McCarthy, autor de Meridiano de sangre, considerada por el famoso crítico Harold Bloom como la obra más impresionante de lo que llevamos de siglo XXI. En ella encontramos un western oscuro y funesto con una prosa retorcida llena de descripciones sombrías como ésta con la que empieza el libro: “campos oscuros roturados y con jirones de nieve y al fondo bosques más oscuros aún donde moran todavía los últimos lobos”, que nos hacen mantener la respiración.

De esa luz fúnebre se sigue valiendo la literatura norteamericana, como podemos comprobar en el escritor y guionista Nic Pizzolatto, más conocido por ser el creador de la aclamada serie True Detective que tanto nos oprimió el estómago en esos mismos rincones desolados de Louisiana que tanto impresionaban ya a Faulkner, pero en un contexto actual de faros desenfocados en la carretera. Galveston opta también por Louisiana (concretamente en Nueva Orleans) donde Roy Cady, un tipo duro y corpulento al que imagino como una especie de Josh Brolin, hace las de matón de un mafioso llamado Stan Ptitko que se dedica a asuntos ilegales como el contrabando portuario (reminiscencias de The Wire).

-Roy, ¿tú crees en el infierno?

-No –le respondí-. Salvo que esté precisamente en la Tierra.

La frase de Faulkner nos avisa ya de la búsqueda de la redención que supone esta historia de carretera: “¿Cuántas veces he estado a cubierto de la lluvia bajo techo ajeno, pensando en mi hogar?” Precisamente así se encuentra Roy Cady el día en el que le diagnostican cáncer de pulmón: “Un médico me fotografió los pulmones. Estaban repletos de copos de nieve”. Una muestra del tono de nuestro narrador en primera persona, completamente desarraigado de todo tras haber sido actor de hechos atroces con los que ha lidiado a través de la indiferencia. Tras un par de historias amorosas acabadas en desastre que copan los únicos recuerdos bonitos de su cruda existencia, Roy se encuentra moribundo y con un trabajo del que pocos pueden contar vivos en una futura jubilación próspera.

Sin embargo, un desencuentro con su jefe motivará a éste para deshacerse de Roy y se verá obligado a huir con una joven prostituta, Rocky, que se cruza en su camino. A partir de ahí nos encontramos en carretera, mirando por el retrovisor con una eterna sospecha de ser asesinados y parando en los moteles más sucios y en los bares más llenos de paletos y música country del meridiano. Rumbo al inevitable fin de nuestro protagonista amenazado por el mayor mafioso del mundo: el cáncer.

La compañía de Rocky, abocada a la prostitución para sobrevivir, hará que un súbito sentimiento paternal nazca en Roy y con ello consiga hacer esa acción noble que le redima de su oscuro pasado. Hará todo posible por ayudarla y para ello tendrá que valerse de sus habilidades de sicario. Una contradicción que le envolverá en una vorágine de autodestrucción digna del antihéroe sucio de Charles Bukowski. Johnny Walker para desayunar y “un ejército de latas vacías de cerveza” que amanecen cada mañana en una destartalada habitación de motel.

Un impresionante noir, crudo y muy visual, que en ocasiones parece realmente el guión de una película llena de malos muy malos y de buenos muy duros. Repleta de situaciones de sangre explícita y escenas dignas del mejor cine pero que enmascara una historia de salvación del alma. Pizzolatto utiliza la novela negra para contarnos una relato de redención de su protagonista que, como tantos otros huérfanos americanos, ha sido víctima de un destino inevitable de pecados para poder vivir un día más en este mundo. Galveston es el juicio final de Roy Cady y con él esperamos en continuo shock su vibrante sentencia desde la primera frase del libro.

Pablo Melgar

 

A history of bad men – Melvins
 
 

Título original: Galveston

 

Año: 2014

 

Autor: Nic Pizzolatto

 

Páginas: 288

 

Editorial: Ediciones Salamandra

 

Precio: 18,00 € (9,99€ e-book)

 

Nota: 8 Notable lectura