#ego_blog

Previously on KM0…‘¿Libertad empresarial o acto ideológico?’

Tras haber asistido esta mañana a la manifestación antitaurina en frente de la plaza de toros portátil en la Avenida de la Academia General del Aire de Santiago de la Ribera (no hasta hace mucho Avenida Francisco Franco) que ha acogido a la celebración de la primera corrida de toros en 20 años en nuestro pueblo, he sacado algunas conclusiones:

En primer lugar, y lo más importante de todo, me llena de orgullo y esperanza ver a niños y adolescentes que toman conciencia social. El que sean partícipes del activismo ,desde bien jóvenes, es un buen ejemplo para que las siguientes generaciones sean conscientes de que son los responsables de construir la sociedad del futuro. Más allá de los cánticos y el ruido, ver a gente tan joven luchando por el cambio y diseñando sus propios argumentos en las pancartas, potencia las mentes críticas que tanta falta hacen hoy en día. En contraposición, ver a niños asistiendo a un espectáculo basado en el maltrato y la sangre en el año 2019 me parece una educación digna de los pueblos más primitivos.

En segundo lugar, me genera impotencia la falta de capacidad de reunión que suelen tener (por lo general) todo este tipo de movilizaciones. Con la gran respuesta que había tenido el tema de la corrida de toros en las redes sociales, mucha gente que ha manifestado su descontento de forma virtual se ha quedado en casa. Es cierto que las 100 personas (más o menos) que han asistido hoy, son un ejemplo a la hora de mostrar públicamente la necesidad urgente de que los debates animalistas tengan más representación no solo en las instituciones públicas sino en la vida diaria de todos. En contraposición, la corrida de toros estaba abarrotada de gente que se ha desplazado desde otros pueblos de Murcia para disfrutar del show. También me hace pensar, que a lo mejor no se habría llenado solamente con público estrictamente de San Javier. ¿Es esta una nueva estrategia para atraer a otro tipo de turismo a la zona?

En tercer lugar, esa falta de capacidad de reunión genera una impotencia en los asistentes que desemboca en el impulso heroico del ruido y el insulto. A pesar de que la concentración ha sido ejemplar, el heroísmo en este tipo de actos debería de ser previo, en la organización y en la difusión de las convocatorias. No hace falta caer en el insulto ni en la búsqueda de convertirnos en mártires ante la Guardia Civil. Algunos se confunden y se dejan llevar por el ímpetu revolucionario pero, en este caso, los convocadores del acto han tenido una actitud absolutamente ejemplar al velar por el pacifismo de la masa enfurecida. Y lo han conseguido.

En cuarto lugar, los cánticos antitaurinos han provocado la ira de los asistentes de la corrida de toros o su risa irónica. Personalmente, creo que este acto ha provocado un enfrentamiento entre las ‘dos Españas’ más gráfico que nunca. Me ha parecido lamentable ver a los nietos de la Guerra Civil sacarse el dedo los unos a los otros. Es nuestro deber encontrar la reconciliación y no caer en los mismos errores del pasado. Algunos incluso se han acercado a la concentración con banderas taurinas para provocar, lo que ha generado algunos insultos y desencuentros, que aunque no han llegado a más, dice mucho del estado de tirantez en el que se encuentra este país.

En quinto lugar, me reitero en la idea de que la celebración de este tipo de actos es un acto ideológico de una facción de la sociedad española que intenta aferrarse al conservadurismo y a las tradiciones más rancias de otros siglos. Si sigue habiendo aficionados a los toros, y hoy se ha visto que sí los hay, todavía tienen la oportunidad de asistir a ferias y corridas en las grandes capitales españolas. Sin embargo, organizar una corrida de toros en un pueblo que durante 20 años no ha mostrado interés en la tauromaquia me parece una provocación al conflicto que los dirigentes deberían evitar por todos los medios (dejando a un lado sus orientaciones ideológicas).

En sexto lugar, y ya a modo de curiosidad: sí, había mucha gente con coletas y pelos tintados en la concentración antitaurina. Pero había muchos más ‘fachalecos’ abandonando la plaza de toros. Es curioso observar cómo la simbología sigue siendo tan poderosa y totalmente definitoria de la ideología y la clase social, en la Edad de la globalización. Una parte de la población (que es la que más lucha por el cambio y la evolución moderna del país) se avergüenza de su bandera y de sus tradiciones, mientras que la otra las usa como arma arrojadiza para no cambiar ni escuchar otras posibilidades. ¿Podremos algún día encontrar un símbolo o un ritual con el que todos nos identifiquemos? Está claro que ni la rojigualda ni los toros lo consiguen.

En séptimo lugar, vender puros en las puertas de la plaza habría sido un negocio redondo. Seguro que alguien habrá sacado partido de la situación.

Por último, seguro que hay más conclusiones que no están presentes en este análisis. Si quieres contribuir en el debate, estaré encantado de leer tu comentario.

No sé, de verdad lo pienso, si esto tiene remedio. Espero que los líderes políticos que han asistido hoy al acto y los que no han ido también, planteen el problema de manera pública o al menos lo tengan en cuenta de ahora en adelante, pues lo más llamativo es que se ha confirmado que la celebración de este tipo de actos (más allá del enfrentamiento entre taurinos y animalistas) genera una división total en el pueblo que llega al insulto y a la falta de respeto (una imagen perfecta para un pueblo que vive del turismo). Y así no se construye una identidad local ni nacional, por mucho que llenes todo de banderas. ¡TODO MAL!

 

Pablo Melgar,

mi álter ego columnista de opinión

“Y al que no le guste…¡que se aguante!” – Teo