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Titular del diario ‘La Verdad’: Pintadas insultantes contra el alcalde de San Javier y un novillero por la corrida del domingo.

El próximo 27 de enero, se celebrará en Santiago de la Ribera una corrida de toros. Lo que ha provocado disparidad de opiniones en las barras de los bares, en los bancos del Paseo, en las redes sociales y en las sobremesas de los hogares del Mar Menor. Una facción de la ciudadanía reclama su derecho de libertad empresarial a organizar cualquier tipo de evento que entre dentro del marco legal. La otra parte, se indigna ante la situación, y se ha organizado para protestar en contra de lo que ellos consideran una atrocidad. ¿La primera corrida de toros en 20 años en un pueblo es un acto de libertad empresarial o un acto ideológico?

En mi opinión, no son los empresarios ni los alcaldes de los pueblos los encargados de legislar sobre la ética que queremos en nuestra sociedad. Esta responsabilidad le corresponde a los diputados del Congreso, que son los que legalizan o ilegalizan las cuestiones que creen inocuas o peligrosas para el desarrollo de nuestra sociedad. Sin embargo, legislar sobre ciertos temas abriría debates poco propicios para el éxito electoral. Entonces prefieren que todo siga igual. Ahora bien, ¿el resto de los ciudadanos estamos libres de responsabilidad a la hora de construir el mejor escenario posible para nuestra sociedad?

La derecha de este país siempre se refugia en la legalidad para reforzar su discurso conservador. “Que nada cambie, que todo siga igual”, parecen pensar. Sin embargo, para analizar bien este hecho hay que tener en cuenta los tiempos en los que vivimos. Con la irrupción de Vox y de Pablo Casado en el principal atril del Partido Popular, se ha radicalizado el discurso conservador. Se han rescatado reclamas que recuerdan a tiempos del franquismo. No me parece casualidad que justo ahora que se reivindican las tradiciones más moribundas de la ‘marca España’, los políticos se atrevan a avalar una corrida de toros después de 20 años en los que les habría ocasionado problemas electorales.

Tras ver las noticias de un día cualquiera, no es descabellado llegar a la conclusión de que necesitamos un cambio urgente en nuestra escala de valores. Empezar por erradicar todo tipo de actitud violenta, me parece el primer paso. Todos nos llevamos las manos a la cabeza, cuando aparecen titulares en la prensa sobre mujeres asesinadas por violencia machista pero cómo vamos a luchar contra la violencia si nos educamos en el maltrato y la sangre. No me parece un escenario ejemplar para que los niños adopten aquellas actitudes violentas que nosotros hemos aprendido a la fuerza.

Por otro lado, nos quejamos del estado del Mar Menor y de los incendios en los bosques, del estado artificial de la carne que nos venden en los supermercados, de los animales domésticos abandonados que abarrotan las perreras, del mercado multimillonario de las pieles o de la manera que muchos tienen de relacionarse con el mundo que se nos ha regalado para que vivamos. Matar a un animal debería de ser una situación por necesidad de alimento (ya que la evolución nos ha hecho omnívoros y queda mucho camino para concienciarnos globalmente de otras alternativas) y no una celebración multitudinaria de la muerte, como en los circos romanos.

Cuando llega el debate a la mesa sobre el feminismo o el veganismo (necesario debate para evolucionar a un estadio más saludable de la sociedad), muchos adoptan actitudes vandálicas para expresar su punto de vista y pierden la razón. La izquierda acomplejada que se levanta de madrugada y solamente con un bote de spray ya piensan que han hecho suficiente. El vandalismo es antidemocrático y pienso que solo debería emplearse cuando todos los mecanismos de protesta han fallado ya (como con los deshaucios y la corrupción). Además, este tipo de actitud favorece a que la mayoría escéptica siga pensando que el ecofeminismo es un golpe de Estado y no una deconstrucción necesaria, un debate del que todos deberíamos participar (estemos de acuerdo o no, porque escuchar es el primer requisito del contrato democrático) para ver cómo podemos respetar mejor a los demás, a nosotros mismos y al ecosistema.

Los conservadores se aferran a cualquier rendija para no escuchar todos los puntos de vista e ir en contra de cualquier cambio. Ellos piensan, “que nada cambie, que todo siga igual” o  también eso de que “la ley nos ampara” o la frase top de la política actual: “a quien no le guste que se aguante”. Pues yo les digo que es verdad que hay libertad empresarial, pero también existen las instituciones públicas para velar por una libertad saludable. Hace 20 años que no hay toros en San Javier, de forma natural era una tradición a punto de extinguirse y precisamente ahora…vuelven los toros al pueblo. Cuando llega el momento de reivindicar lo que somos o lo que algunos quieren que sigamos siendo: ¡la casualidad del acto ideológico!

Personalmente, yo no quiero volver a la Edad Media (o mejor dicho, seguir en ella), y asistiré a las 13:30 a la concentración antitaurina en la plaza de toros portátil establecida en la Avenida de la Academia General del Aire (no hasta hace mucho Avenida Francisco Franco) porque creo en los mecanismos pacíficos de protesta para recordarles a los dirigentes que están ahí para gestionar las necesidades de la mayoría y no para generar más violencia de la que ya existe en este país. Porque creo que la violencia no es el camino.

Pablo Melgar,

mi álter ego columnista de opinión

Vergüenza – SKA-P