Hoy es 3 de febrero y el tiempo es frío. El viento corta los labios de los niños y los poetas que, en la calle, lo desafían, gritando unos, cantando otros.

Hoy es 3 de febrero y el Atleti ya no está en la Copa después de varios cruces de cables. Pero no pasa nada; ganar, ganar, ganar y volver a ganar. Partido a partido.

Hoy es 3 de febrero y algunos no sabemos si ayer las marmotas asumieron los últimos bostezos o siguieron hibernando.

Hoy es 3 de febrero y me juego el cuello a que ayer alguien vio “Atrapado en el tiempo”

Hoy es 3 de febrero y en todas las casas debería sonar la archiconocida American Pie de Don McLean. La enigmática canción de más de ocho minutos de duración (supondría otro desafío a los estándares de duración que tradicionalmente seguían las pistas que aspiraban a triunfar en las radios) contaba la triste historia que, poco a poco, terminó siendo leyenda.

El 3 de febrero de 1959, Buddy Holly, Ritchie Valens y J.P.Richardson, “The Big Bopper, murieron cuando el avión que les llevaba al destino de su próximo concierto se estrelló en un terrible accidente.

Como todas las tragedias que sacuden al mundo del rock, se convirtió en leyenda.

American Pie no solo se centraba en el accidente y la consecuente tragedia; sino que iba mucho más allá, adentrándose, con atrevimiento, en la intrahistoria de los protagonistas y, más en concreto, en la figura de Holly. Una de estas referencias es la que aparece continuamente en el estribillo cuando McLean señala que

Them good ole boys were drinking whiskey in Rye

Singin´ this´ll be the day that I die

This´ll be the day that I die

En efecto, uno de los mayores éxitos de Holly fue el genial rock&roll That´ll be the day. En él le decía desesperado a una chica que el día que ella se vaya, será el día que “me hagas llorar. Aunque sabes que es mentira, porque ese día será el día que me muera”. A pesar de la nota de dramatismo, la autosuficiencia de Holly es notable en el vídeo de promoción del tema.

Pero ahí no se iba a detener McLean. No contento con establecer definitivamente una leyenda, dota a American Pie de aires proféticos.

Es evidente que nos encontramos ante una canción que no sólo aporta una gran melodía serena y convincente, también repasa un momento clave en la historia de la música popular y, en consecuencia, un momento clave en la historia del país que más aportaba al desarrollo de ésta; repasa un momento clave de la historia de Estados Unidos. En algo más de 8 fantásticos minutos, nos lo cuenta todo, nos lo arroja todo acompañándolo de la firme sutileza que requieren estos casos.

El ascenso y paulatina decadencia de Elvis; la irrupción de Dylan en la escena rock proveniente del territorio folk y la consecuente revolución rodante; la estelar aparición de los Beatles y el vaticinio del cambio de rumbo, aparentemente de la mano de Lennon (and while Lenin read a book on Marx, the quarted practiced in the park); las fabulosas versiones que emprendieron The Byrds; los vientos de cambio de Woodstock; la fuerza de “mega banda” que adquirieron los Rolling Stones. (Se especula si también se hace referencia a la contratación de los “Hells Angels” como grupo (más bien banda) encargada de la seguridad de los Rolling Stones en el Altamont Speedway Free Festival y el asesinato de Meredith Hunter a manos de éstos)

Las incógnitas, en la mayoría de los casos, generan leyendas y American Pie las tiene y de sobra. Por eso sería insuficiente aceptar una sola interpretación como la acertada. Es perfectamente aceptable que, dentro del conocimiento del momento histórico, tanto social como culturalmente hablando, surjan interpretaciones distintas.

Es evidente que la canción bebe directamente del momento histórico en el que fue escrita. Canta Bunbury en Porque las cosas cambian que “la ruina trajo consigo, y de la mano, las musas”; creo que ahí está la clave. Esa es la clave, no sólo de American Pie, sino de todas las grandes composiciones que narran historias deslumbrantes u oscuras, reales o ficticias.

Por eso me pregunto si la época de las vacas gordas (con sobrepeso, más bien) y excesos que vivimos no hace mucho, no nos ha mal acostumbrado y nos ha dejado tan secos, lentos y tontos como para que en esta época de ruina, vacas flacas y cambios de rumbo (with no direction home) no seamos capaces de asimilar la historia de nuestro tiempo, la que vivimos ahora, para poder contarla con la originalidad, acidez y apasionada dureza que se merece.

Cabe preguntarse si en esta época de la inmediatez, en esta época de la rapidez y el estrés, en esta época en la que demandamos una cantidad altísima de estímulos por minuto debido al ritmo de vida frenético que nos hemos impuesto… cabría preguntarse, digo, si no se nos ha escapado algo; si no hemos sabido, en esta época, darle a la vida el toque apasionado que se le dio en los 60.

Cabe preguntarse si alguna vez una canción tendrá la valentía de tomarse el tiempo y la empatía necesarios para contar la historia de una época convulsa, acelerada y, en ocasiones, sin sentido, como esta. No hablo de populismos, aplausos fáciles ni ideas encaminadas a lo políticamente correcto. Hablo de afrontar la realidad tal como es; sin censura. Quizá, en lugar de asestar estocadas a diestro y siniestro, nos sea más conveniente mirarnos al ombligo y preguntarnos dónde estábamos nosotros cuando esto explotó.

La idea inicial de la música popular (del rock and roll, del folk, del pop…) hace mucho que desapareció. O, por lo menos, hace mucho que algunos pretenden enterrarla y, por lo tanto, la encontramos censurada. O vendes con tu imagen o mueren tus creaciones.

Pero, claro está, jamás nada volverá a ser tan apasionado y original como antes porque todo está ya inventado.

No sé si la música murió ese día o no, lo único de lo que estoy seguro es de que, cada año, en esta fecha, a mí me cae un año más encima. Y bienvenido sea.

…but February made me shiver…

Bye bye Miss American Pie…

Javier García Martínez-Artero

 

 

American Pie – Don McLean