Una mirada a la figura de Bob Dylan

Aún recuerdo la primera vez que escuché a Dylan. Corrían aquellos años en los que
el pop patrio cojeaba, con dudas, hacia el nuevo milenio.

Efectivamente, el valiente lector que haya tenido las agallas de enfrascarse en la lectura de este texto, sabrá (si ha escuchado ya a Dylan) o terminará por saber (cuando por fin lo escuche) que la “Primera vez” con Dylan no deja indiferente a nadie. Es cierto, siempre suena familiar; puedes odiarlo o venerarlo, tarde o temprano terminas aceptando que ese ritmo, esa melodía y, en definitiva, ese ambiente, te es familiar.

No es sencillo hablar de Dylan (un tal Robert Zimmerman) al menos, no de la confrontación sentimental que produce escuchar sus creaciones. Y creo que, precisamente por eso, esta reseña será la menos original que haya tenido la suerte de aparecer en esta página. Efectivamente, se ha escrito tanto sobre Dylan que, tal y como decía Benjamín Prado parece imposible arrojar luz nueva sobre la figura del genio de Minnesota.

Lo único que parece claro dentro de la historia e idiosincrasia de la figura de Dylan es que verdaderamente supuso una auténtica revolución para la música su aparición sonora. Está claro, la irrupción en la escena folk de un chaval que protestaba contra la energía nuclear y contra la guerra derivada de la misma acompañado únicamente por una guitarra y armónica supone una revolución en toda regla.

Pero lo verdaderamente revolucionario es la actitud, el comportamiento y la filosofía de vida que siguió siempre sin inmutarse lo más mínimo.

Efectivamente, contemplar cómo aquel  mismo chico abanderado del folk, unos años después de aquellas primeras canciones, comenzaba ahora a flirtear con el sonido eléctrico del rock and roll en el disco que cambió la historia de la música moderna (Highway 61 Revisited), era revolucionario; ser testigo de los sucesivos “cambios de etapa” que experimentó a lo largo de su carrera era revolucionario; observar cómo, a pesar del paso del tiempo, es capaz de volver a reinventarse, es revolucionario y, en fin, la figura e idiosincrasia del propio Dylan es revolucionario.

Probablemente, la actitud o filosofía de Dylan a lo largo de su vida pueda resumirse con aquella espléndida frase de la genial canción de Sabina “Yo quiero ser una chica Almodóvar” que rezaba aquello de pasar de todo y no pasar de moda. Y, efectivamente, eso es lo que ha conseguido Dylan, pasar de todo y no pasar de moda.

Y éste, querido lector, es el éxito, la meta de cualquier artista, conseguir no ser influido por las caprichosas modas pasajeras y, al mismo tiempo estar en la ola de los Tiempos (valga la redundancia), es decir, ser capaz de aportar algo nuevo en su momento. Y eso Dylan lo ha hecho de maravilla.

Anécdotas sobre Dylan se pueden contar muchas o ninguna. El judas del folk(nombrado así en uno de los conciertos en los que, por primera vez el rock era protagonista en detrimento del folk), podría deleitarnos con anécdotas de tiempos pasados cual abuelo frente a la chimenea.

Pero dudo mucho que tuviera ese detalle. Para eso están las películas y documentales que se han filmado en torno a su figura. Así como aquel magnífico largometraje, Pat Garret and Billy the Kid en el que interpretaba al enigmático Alias.

Pero no todo han sido luces en su carrera. También hubo sombras. Una de las más sonadas excentricidades de los fans de Dylan fue la quema de discos por éstos debido a su conversión al cristianismo y su concierto frente al Papa. Otras, como las anteriormente citadas en referencia al folk y a su evolución hacia la electricidad presente en el rock. Sin embargo, éstas son objeto de comentarios y ríos de tinta por parte de grandes estudiosos de la música de nuestro genio.

En realidad, lo realmente importante en la figura de Dylan es su capacidad para mutar de una forma o estilo a otro sin dejar de ser esencialmente diferente a todo lo demás.

La sutileza de sus letras, su afán por cambiar los arreglos media hora antes de los conciertos, su profunda moral, su originalidad, su capacidad de mutación y congregación, su desprecio por lo trascendente y el profundo atasco mental que produce escribir sobre Dylan hacen que, inevitablemente tenga que poner punto y final por no ser capaz de introducir ni un solo punto de originalidad en los ríos de tinta que se han escrito sobre Dylan; y eso, querido lector, es lo que hace que un artista se convierta en leyenda.

Javier García Martínez-Artero

 

 Blowin’ in the wind – Bob Dylan

 

TOP 15:

  1. Blowin’ In The Wind
  2. The Times They Are A-Changin’
  3. Mr. Tambourine Man
  4. Like A Rolling Stone
  5. Subterranean Homesick Blues
  6. All Along The Watchtower
  7. Lay, Lady, Lay
  8. Knockin’ On Heaven’s Door
  9. Tangled Up In Blue
  10. Hurricane
  11. Forever Young
  12. Gotta Serve Somebody
  13. Make You Feel My Love
  14. Not Dark Yet
  15. Summer Days