Vivimos en un lugar privilegiado, la geografía española es una de las más variadas del mundo y en ella encontramos lugares paradisíacos de las más variada índole. Históricamente hemos recibido un legado mucho mayor que el de cualquier Estado, fuimos la mayor potencia mundial durante algunos siglos y prueba de ello es que todavía seamos uno de los países más famosos del mundo. Aparte, por nuestras tierras han pasado distintas civilizaciones como son la árabe, la goda, la celta, la romana…que han contribuido a crear puntos de interés que hoy en día son visitados por miles de personas a diario, teniendo como mayor ejemplo la Alhambra, uno de los rincones más increíbles que existen.

Con respecto a la cultura gastronómica creo que somos una potencia sin explotar, “como en España no se come en ningún sitio”, solemos repetir. Y es cierto, la calidad de materias primas respaldadas por la variedad del medio y el gusto por la cocina hacen de España uno de los lugares más atractivos para visitar. La mayoría de los mejores chefs de todo el mundo proceden de la península ibérica. Así que podemos sentirnos orgullosos de nuestro país, ¿no es cierto?

Tenemos lo más difícil, un paraíso cultural, histórico y geográfico como base para crear una sociedad feliz y práctica. Pero no, no se puede tener todo en esta vida y ser ciudadano español no es tan bonito como pudiera resultar en este primer acercamiento a nuestro país. España es un sistema mal hecho para los ciudadanos y perfecto para un sector de succionadores que se benefician exprimiéndolo hasta la última gota. Nuestro legado histórico es innegable, el patrimonio español se extiende fuera de nuestras fronteras pero nuestro carácter también ha perdurado con los siglos. “La España de charanga y pandereta, cerrado y sacristía, devota de Frascuelo y de María, de espíritu burlón y de alma quieta…” sigue atormentándonos como una nube negra sobre nuestros hombros durante todo nuestro devenir como comunidad.

La España de los tahúres, de los chupópteros, de la comisión y de los favores, de la corrupción y el enchufismo, de las autonomías familiares, de lo cutre y lo poco práctico, de los burócratas asesinos de tiempo, una España que Machado describió magistralmente hace ya tantos años. La burocracia de este país es un entramado tan complejo como poco entendible. Los avances tecnológicos nos permiten llegar a límites insospechados y lo que podría ser un sistema productivo y fácil para el ciudadano sigue siendo una cadena de manos sobre las que tiene que pasar cada papel que necesitamos para cada situación que queremos generar en nuestra vida, interminable.

La solicitud habrá que rellenarla pero también habrá que pagar una tasa antes de que se entregue y eso no nos asegura que ésta caiga en las manos correctas sino que se dejará a la voluntad del funcionario que mandará el ristre de papeles hasta donde se encuentre el verdadero responsable de tramitar las instancias. Eso sí, en ese camino pueden pasar muchas cosas: que el encargado del envío no cometa errores y no lo extravíe o que el mismo administrador destinatario de las peticiones esté en su puesto de trabajo y se tome la molestia de hacer una gestión sin la cual no podremos cumplir nuestros objetivos. Todo esto bajo la atenta mirada de los plazos, los cuales no pueden ser sobrepasados bajo ningún concepto y sobre los que no tienen responsabilidades los mismos responsables que los despachan, valga la redundancia.

Un sistema basado en la insistencia, en la idea de que si de verdad estás interesado en realizar una petición recorrerás todo el largo camino que desde la Administración te proponen y si desfalleces será media hora de trabajo menos para el funcionario. Mientras tanto, cobrarán todos los intermediarios y todos los responsables y subalternos de los responsables, todo el personal de las ventanillas, los encargados de cobrarte las tasas y los familiares de todos ellos que seguramente estén rulando por allí también.

Cuando las personas de otros países vienen a España sienten que han aterrizado en un paraíso lleno de arena, mar, buenas tapas, un Sol radiante, catedrales para visitar y gente divertida. Pero cuando vives aquí y vas al médico, al Ayuntamiento de tu pueblo, a la secretaría de tu Universidad y pretendes que te pongan las cosas fáciles estás muy equivocado.

Y todo ello encima contribuye a que no haya dinero para todas las prestaciones que deberías recibir y que no pueden pagarse porque los billetes van sedimentándose en todo el camino que recorre hasta nosotros, repartido entre todas las manos corruptas del sistema. El sistema está estructurado para que la Administración nutra a sus lacayos y no a los ciudadanos para los que en realidad deberían trabajar. ¡Viva España! ¿Sigues con ganas de jurar bandera? Lo dudo mucho.

Pablo Melgar

 Parábola – Joan Manuel Serrat

 

El mañana efímero

 

La España de charanga y pandereta,

cerrado y sacristía,

devota de Frascuelo y de María,

de espíritu burlón y alma inquieta,

ha de tener su mármol y su día,

su infalible mañana y su poeta.

En vano ayer engendrará un mañana

vacío y por ventura pasajero.

Será un joven lechuzo y tarambana,

un sayón con hechuras de bolero,

a la moda de Francia realista

un poco al uso de París pagano

y al estilo de España especialista

en el vicio al alcance de la mano.

Esa España inferior que ora y bosteza,

vieja y tahúr, zaragatera y triste;

esa España inferior que ora y embiste,

cuando se digna usar la cabeza,

aún tendrá luengo parto de varones

amantes de sagradas tradiciones

y de sagradas formas y maneras;

florecerán las barbas apostólicas,

y otras calvas en otras calaveras

brillarán, venerables y católicas.

El vano ayer engendrará un mañana

vacío y ¡por ventura! pasajero,

la sombra de un lechuzo tarambana,

de un sayón con hechuras de bolero;

el vacuo ayer dará un mañana huero.

Como la náusea de un borracho ahíto

de vino malo, un rojo sol corona

de heces turbias las cumbres de granito;

hay un mañana estomagante escrito

en la tarde pragmática y dulzona.

Mas otra España nace,

la España del cincel y de la maza,

con esa eterna juventud que se hace

del pasado macizo de la raza.

Una España implacable y redentora,

España que alborea

con un hacha en la mano vengadora,

España de la rabia y de la idea.

 

-ANTONIO MACHADO-